sábado, 28 de noviembre de 2009

CAPITULO XV "Como el Gallo de Moron, sin plumas y cacareando..."


"S"
- Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyy!!!!!!!!!! , Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyy!!!!!!!, ¡Pero qué é estooooo!-gritaba la "Pitones", mientras la Carmela se partía de la risa desde el pasillo.- ¡Fornisiando jotra vé con la piojosa!
- "Pitone" , que no é lo que parese, siquiya.-contestaba, tartamudeando el torero sin a tinar a salirse del barreño.-
- ¿Qué no é lo que parese? ¡Hijo de la siete puta! ¡Te voy a matá! ¡Adurtero, rabo siego! ¡Que le mete mano a vcuarquié cosa! ¡Que tu jere capá de empujar jasta en un tason de manteca colorá!
Mientras, la Duquesa, se mordía la lengua por no gritar y alertar así a sus guardianes y pedía al maestro de Triana que se marcharse antes de que llegaran éstos.
- Pó eso es lo que quisiera yo, salirme de jaqui. Pero jestoy má apretado que er singulo un obispo. ¡Ayudeme mujé!-contestaba, el Niño del Corral, a la vez que la "Pitones" comenzaba a pegarle con una alpargata en la cabeza.-
A todo esto, la Carmela, no contenta con el sufrimiento de su compañera, pegó una voz a los guardias que rápidamente tomaron escaleras arriba.
- ¡Toma, Toma!, ¡Sinverguensa! ¿pero que tá creio tú? , ponerle los cuerno a la "Pitone" te va a sali caro, ¡toma, bravio, toma! -continuaba, gritando la gitana, mientras repatía alpargatazos por doquier salpicando también a la Duquesa.-
- ¡Deteneos! ¿que sucede aquí? .-preguntaros los guardias, mientras el barreño, volcaba en el suelo inundando la alcoba de agua sucia y pestilente, y ambos garbanzos en remojo salian por separado de su interior.- ¡Pardiez! ¡Señora Duquesa, no tema! , hay un hombre en su habitación, pero ¡Tranquila! ,¡Tranquila! , ya estamos aquí para ponerla a salvo.-explicaba el "empanao" del guardián.-
La Duquesa, dada por satisfecha su chirla y al ver peligrar la fortuna que iba a garrapiñar a su novio. Comenzó a gritar diciendo que el torero había intentado abusar de ella, y que si no llega a ser por la intervención de las dos rameras hubiese conseguido su objetivo. Explicó, mientras el torero alcanzaba el balcón al ver los trabucos de los guardianes y se tiraba de cabeza al pajar de las caballerizas.
- ¡Comooooooooooooooo! de jeso ni hablá!!!! , pero que sá creio so mujersuela. No vaya a curpá a mi "Niño" de lo que ja echo.-gritó la "Pitones", al ver que culpaba del delito de violacion a su novio, para quedarse tan pancha.- Usté lo que je é una puta se jentera. Y yo le voy a jarrancá hasta el urtimito pelo del moño, vamo desí que mi jombre ja abusao de jella. ¡Usté si que ja abusao de un artista! y jasi me lo ha dejao to consumiito y lleno de piojo.
La revuelta duró bastante más rato, y la Duquesa y la "Pitones", se revolcaron aremoñandose por los suelos a la vez que la Carmela continuaba pasandoselo pipa y los guardias intentaban separarlas, doña Rosario, vociferaba fuera de sí y el Rafaelillo, llegaba hasta el patio para poner a salvo al torero antes de que llegasen los alguaciles.
- Ponerme ló cuerno ja mi, pero será cucaracha la pendona esta que tiene má piojo que er rabo un sorro.
- ¡Sueltemé, Gitana! -gritaba, defendiendose como podía de aquella fiera la Duquesa, mientras uno de los guardianes recibía una mala patada en ciertas partes.-
- ¡Jeto sá terminao! -gritó, doña Rosario, arrebatando el trabuco a uno de los guardianes y disparando al techo, esparciendo el silencio más absoluto en la Hostería.-
-¡Corre, Rafalito, corre! que jeso disparo son pá nosotro, ¡Corre, siquiyo! -gritaba calle abajo el torero al escuchar el disparo.-
- ¡Que sá cabao! ¡Me joyen!-volvió a gritar la mujer de Buttarelli.-¡Y joigamé bien lo que lé voy a dejí! , en mi casa no quieo má jescandalo. Jasi que justedes gitanas der demonio ya pue irse ja dá un paseo que ya jablare con ustede má tarde.-dijo, puesta en jarras.- Y justé señora Duquesa, jarga el favó de vestirse que parese una fulana con lá carne al aire, y empiese a preparar su jequipaje, que ya ja creo batante problema en mi casa.
Pero doña Rosario, cambió de opinión al ver como la señora Duquesa le acercaba una bolsa con monedas a cambio de su silencio, de que despachara a la "Pitones" y de que la dejase en pasar en paz en la Hostería los días que quedaban hasta la llegada de su amado.
- No se preocupe que jasí sá jara y no tema por ese pobre diablo der torero que naita malo le va ja pasa. Yo se lo jaré llegá..."

lunes, 23 de noviembre de 2009

CAPÍTULO XIV: "Oleeeeeeeeee... por el arrepentido".

LG

Mientras el Niño se dejaba curar por la Pitones, de los picores que se le habían subido hasta las narices, la Duquesa terminaba su paloma al ajillo, quedando satisfecha por todos los lados que puede uno hacerlo, de manera tal que ya le estaba agarrando la modorra de la siesta cuando cayó en la cuenta de que sus propios picores la acuciaban más que de costumbre, quizás porque ellos también habían lidiado en la alcoba junto al torero. Así que no alcanzándole las manos para rascarse la cabeza, pidió a la Rosario que le preparara en su alcoba un tonel de agua tibia para tratar de ahogar los piojos y para sacarse el hedor que le había quedado encima luego de la revolcada.


Solícita, la Rosario, llamó a los gritos a dos de sus ayudantes de cocina para que subieran el tonel a los aposentos de Isabel:


¡A ver Manolín, Juan Luis! ¡Venid enseguida! Vaciad el tonel donde se ha remojao el Niño, que entre la grasa de la cocina y los olores que traía el torero, el agua ha quedado pa´matar cucarachas. Llevadlo luego a las habitaciones de la Señora y llenadlo con agua limpia… eso sí, añadidle unas ramas de romero y tomillo pa´que el oló no se sienta, no sea cosa que la señorona, además de piojosa nos endilgue la culpa de sus desventuras cuando llegue el duque.

Así lo hicieron los ayudantes, tal cual la Rosario se los había pedido. De modo que comenzaron a subir cubos de agua para llenarlo hasta más arriba de la mitad, añadiéndole luego las especias que su patrona había indicado. Una vez terminada la tarea, la Rosario avisó a la dama que su baño estaba listo.

La Duquesa subió las escaleras casi repitiendo los pasos del torero, pero no por el garbo de la arena, sino por los picores que la acuciaban. Su altísimo peinado estaba a medio desarmar y parecía una puta barata de los andurriales, tal era la imagen que daba. Al llegar a la alcoba, tardó unos cuantos minutos para sacarse la ropa sucia, sudada y piojosa que llevaba puesta y pegada a la piel. Terminó de soltar su cabellera larga y poblada de inquilinos, los mismos que quedaron flotando en la superficie del agua, cuando Isabel, en su total desnudez, se sumergió en ella.

En eso estaba la señora, bien relajada y casi adormilada, cuando la puerta de la alcoba se abrió silenciosamente y en el vano de la puerta apareció nuevamente el Niño, dispuesto a cerrar los “negocios” que ya había comenzado. Muy suelto de cuerpo y sin abandonar su estampa, a pesar de los picores y de los aceites que le había untado la Pitones, se desnudó rápidamente y se metió, no sin esfuerzo (pues el tonel era demasiado chico), junto a la complacida Duquesa. Los “negocios” se desarrollaron con el mismo fragor de unas horas antes, tanto es así que el agua del tonel ya era ahora un caldo, que aunque con bastantes especias, no dejaba lugar a dudas de su hedionda procedencia.

Las aguas se meneaban al compás de la pareja, de suerte tal que saltaban por los aires y se derramaban por el suelo, y filtrándose por debajo de la puerta, bajaban en torrente por las escaleras hasta el salón de la misma hostería.
Las gentes del lugar en principio se alarmaron, pero tranquilizados por la Rosario que se presentía la escena, cada cual prosiguió con su faena. Menos la Carmela, que en su desaire, corrió a buscar a la Pitones para acicatearla:

Ají tiene tú con tu torero, que se la ejtá pasando de fiejta con la señorona. Andalé con tuj´amorej… Jajajajaja


Salió la Pitones, como alma que se lleva el diablo, y colorada de rabia como el diablo mismo en un par de zancadas subió las escaleras hacia las habitaciones. Cuando llegó a la puerta de la alcoba donde se estaba cocinando el caldo, de un empujón abrió la puerta cuyo golpe restalló en toda la hostería… Allí estaba su gitano, en un cuenco y cocinándose a fuego vivo junto a la intrusa.

La gitana terminó de perder los estribos, lo que no perdió fue el habla, que... ¡Por Dios! Se escuchó hasta en el infierno de los toreros…
Los parroquianos se estaban haciendo un festín sin par, aquello era para alquilar balcones…

viernes, 13 de noviembre de 2009

CAPITULO XIII "El arrepentipiento del torero..."

Mientras la Duquesa, comía a dos carrillos y era colmada por las atenciones de doña Rosario y el propio Buttarelli, la Carmela, continuaba mofándose de los picores del torero para seguir así fastidiando a la "Pitones", que pasó de falsa de reír las gracias generalizadas de los asistentes, a salir corriendo hacia el patio de la hostería con lágrimas en sus ojos.
El Niño del Corral, algo más calmado tras el baño en el tonel, volvió a entrar de nuevo intentando disimular y sin mirar a la Duquesa, para no llamar la atención de los servidores que vigilaban de cerca a la aristócrata y que andanban bastante confundidos al no saber a que se debía aquella escena cargada de risotadas por parte de los allí presentes.
- Rafalito, y la "Pitone" .-preguntó el torero.-
- Y atí que má te dá donde ande esa pelandrusca.-indicó, la Carmela.-
- Cheeeé, te cuiaito Carmela, que no te consiento que jable así de ella.-reprochó, el trianero.- ¿No má joio, Rafalito?
- Sí, maestro, la "Pitone", salió corriendo pá er patio.-contestó el subalterno.-
- Pó si no quiere terminá acompañando en ló cartele ar "Candalejito"-dijo en referencia a su gran adversario en los ruedos.-jandaté con tiento y no tá arrime tanto a esta mujé, que tiene má quina que er lagarto de la catedrá.-añadió.-
A continuación, como si estuviera oyendo los sones de un pasodoble, cogió camino del patio de la hostería mirando de reojo a la duquesa, que ni se inmutó al pasar junto a ella al estar ensimismada en desmenuzar la paloma al ajillo que la Rosario le acababa de poner por delante.
Y allí, sentada bajo un limonero se encontraba la "Pitones", que con el filo de sus enaguas se secaba las lágrimas.
- "Pitone", mujé, ¿que te pasa? ¿qué jace aquí tan sola y tan triste? -preguntó, el torero, comenzando de nuevo a rascarse la entrepierna.-
- ¡Dejamé, desarmao! ¡Vete con esa mujé de pitiminí!- le reprochó, la gitana, rompiendo de nuevo a llorar.-
- Pero, Siquiya, no te me ponga jasí...
- ¿Que no te me ponga jasí? ¿pero será sinverguensa?
- Gitana de mí jamore, si pá mi no jai má mujé que tú...
- Mira, torero, que no respondo. No te mé jacerque, que te doy un puntapié.
- Anda, so tonta, si con esa mujé na má que jai interese comersiale por mi parte.-añadió con zalamería el Niño.-
-¿Jinterese comersiale dise?, pó no entiendo que le tenga que cojé las breva delante de tó er mundo y musho meno que te la suba a su alcoba pá cosa de negosio. -explicó, la gitana.- y deja de rascarte que parese que tiene piojo.
- E que no sé lo que me pasa, endeje que me juntao con esa mujé no dejo de rascarme.-contestó el torero, sufriendo un nuevo ataque.-
-Pó sabe lo que pué sé, pué lo que pué sé es que te haya pegao cuarquié enfermeá la señoritonga eza. Así que a mí no te me aserque, que pué sé que tenga lailla.
- Anda yá mujé, ¿pero si lo que jemo firmao é un contrato pá toreá en Barselona?
- Pó lo jabrá firmao con el estoque, gitano, que yá me conosco yo la cara de satisfasion que esa lagartona tenía ar bajá la jescalera.
- Sí jasio por nuestro bien, gitanilla guapa. Co jese dinero no vamo ja dá un viaje que vamo ja llegá hasta Cuenca por lo meno.-dijo el torero cogiéndole la mano.-
- ¿De verdá que ja sio por eso?
- Palabrita der niño jezú, gitana, que me cuerguen de ló pitone sino er proximo burlaco que se me jeche ensima.
- Y esa tonta de la Carmela, creyendo que tu no me quería, ahora que se vá a enterá.
- Deja ya la fiesta en pá , que yo he ordenao al Rafaelillo que la ponga en su sitio...
- ¿Y ahora que va a pasá cuando vea otra vé a la duquesita?
- Siquiya, pó tendré que continuá jasiendo er papé pa no estropeá los contrato-contestó el torero, comenzando a rascarse con ambas manos.- pero tu piensa que cuando máserco a ella na má que te veo a tí.
- Y seguro que pué que te la suba de nuevo ar tema de ló contrato pá arriba...
- ¿Y qué? no piense má en eso que lo jago por nojotros mujé.
- Está bien, torero, janda vente conmigo que voy a poné remedio a eso picore, que te va jasé hasta sangre de tanto rascarte..."

lunes, 9 de noviembre de 2009

CAPÍTULO XII: “Olé por los picores del Niño…”

LG

Isabel se había quedado desparramada en el lecho de sábanas arrugadas por el fragor de las luchas que en él hubieron acontecido, sin ánimo pa ná, salvo para rascarse a dos manos la cabeza, pues habiendo soltado sus cabellos del monumental peinado, aquellos pequeños inquilinos que moraban en sus alturas, saltaban gozosos hacia la libertad, tal es así que muchos de ellos habían optado por seguir al Niño.

El torero descendía los peldaños tratando de mantener el buen garbo y honor, pero los piojos que la Duquesa le había contagiado le hacían contorsionarse como un espástico. Las gitanas que estaban en la sala y los parroquianos del lugar, suponiendo que estaban asistiendo a la vista de un nuevo paso de lidia, soltaron un -¡¡OLEEEEEEEEEEEE!!- , al unísono mientras batían palmas a rabiar.

Rafaelillo, que estaba encimado a la Carmela, se sorprendió tanto como el resto de los concurrentes, pues su patrón se llevaba alternativamente las manos a la entrepierna como a la cabeza, dando frenéticos saltitos de incomodidad por los picores.

¡Joé, Niño! ¡Qué garbo, mi arma! –Dijo la Pitones, haciendo restallar sus dedos como castañuelas- . Pá cuando quiera tá ejta gitanilla dijpuesta. ¡Olé y olé mil vece por del Corral! –El torero ya no sabía cómo disimular los picores, de tal suerte, que enfilando hacia la puerta, sin dejar de rascarse con altura y buen talante, salió de la hostería y fue a dar de un salto magistral dentro de un tonel de agua donde la mujer de Buttarelli lavaba los utensilios grasientos de la cocina.

Los parroquianos que habían seguido al Niño del Corral Candelas, interpretaron que era una extraordinaria función preliminar de lo que sería la corrida que se estaba armando para dentro de unos días. De modo que se repitieron los -¡OLEEEEEE!- y los aplausos sin cesar.

Mientras esto pasaba, la Duquesa ya se había enjaretado los vestidos con sus puntillas y su escote, y lucía totalmente relajada a pesar de los picores que la perseguían, como a su amante. Se sentó en una de las mesas, dispuesta a engullir cuanto le trajeran, pues la faena le había abierto el apetito, y sin hacer caso del revuelo que acontecía puertas afuera, comenzó a tragar como un cerdo y a rascarse como un mandril.

La Rosario, luego de servir a Isabel, se plegó a la gente que seguía el “baile del Corral”, que así quedó en llamarse aquel ritmo frenético que los piojos le habían conferido y que lejos del alivio momentáneo de la zambullida, amenazaban con seguir jugando en la anatomía del Niño del Corral Candelas...

martes, 3 de noviembre de 2009

CAPITULO XI "Y el Torero se convirtió en toro y entró al capote..."



"S"

Y de la guisa que muestra la imagen se expuso la "Pitones" al ver al torero entre tanto melonar. Desde lejos le siseó y todos los campesinos y demás señores que comenzaban a acomodarse para el almuerzo en la hostería clavaron los ojos en ella. El Niño, armao hasta los dientes por sujetar entre sus manos las gracias de la duquesa y escuchar sus proposiciones, giró su cabeza y al verla reaccionó de manera compulsiva, pero sin perder la compostura y su clase torera.
- Disculpe la duquesa, pero tengo que poné orden en er sitio. Jaga er favó de guarse sus divinidade y aguarde un momento que vuervo enseguía.-dijo puesto en pie a la vez que planchaba las solapas de su traje de corto con ambas manos y se retocaba la coleta.-
Al tiempo que se dirigía hacia ella, doña Rosario, le ganó la vez llegando antes hasta la mesa de las gitanas.
- No mé sea chavacana "Pitone" y jaga er favó de taparse, que esto no é una pescadería en la que se enseña la chirla pá que la compre er cliente.-le ordenó, la jefa a la vez que pegaba un tiron de su bata de cola para cubruirle las carnes.-
- Y ese desgrasiao que sá creío refregandose por las tetas de esa bruja.-dijo refiriéndose a la duquesa, mientras la Carmela no deja de reirse al tiempo que Rafaelito metía su mano por debajo de su refajo.-
- Esa é una dama de arta arcurnia, "Pitone", y grasia a ella vamo a gana uno güenos parneles. Así que callaita y a buscarte otro jurón pá tu comadreja.-Le explicó con impaciencia doña Rosario.-
-Eza lo que é, é una puta. Con dinero, pero má puta que lá gallina de su corrá.-respondió, la "Pitones", mientras el Niño con disimulo se daba la media vuelta al ver que doña Rosario había controlado la situación.-
- ¡Rosarioooo! ¡Rosariooo! , ¡Venga a la cosina mujé! , que la clientela no espera.-gritaba Buttarelli, desde la barra al tiempo que los comensales hacían cola para para conocer de primera mano los honorarios de la gitana.-
- Ya estoy aquí, Duquesa de mí amore.-dijo el torero al sentarse de nuevo junto a la dama y comenzaba a rascarse su cabeza al haber dado ya cobijo a uno de los seres que habitaban en la cabellera de la Duquesa.- A lo de ahí enfrente no le jeche usté ni cuenta porque aquí er maestro no tiene culpita arguna de qué las niñas se le tiren al tendio.-añadió agarrando su mano.- Así que si vuestra mersé lo permite vorvamos a nuestra faena. Sartemonó las suertes der picaó y lá banderilla y jentremono en la suerte suprema de una corría.-dijo apurando una jarrilla de vino.- Vamo párriba que pá endeluego é tarde, que aquí el artista le va a dá cuatro pase y una estocá que no le va jasé farta ni la puntilla. Se lo juro, Duquesa de mi jentretela.
Y dicho y hecho, mientras la "Pitones" arrojaba una jarra de vino a la cara de la Carmela y salía corriendo para la puerta dando empujones a los salidos que salían a su paso, El Niño del Corral Candelas, a pasito lento y elegante, guiaba a la Duquesa escaleras arriba sin dejar de rascarse la cabeza. Al llegar a la habitación de la dama, la hizo sentarse en el catre y de esta manera le habló.
- Vá por usté, distiguía dama-y en menos que canta un gallo se quedó en calzones y con los botos puestos. Con la chaquetilla dió unos pases de los más toreros hasta que la Duquesa, tiró de él para que cayera de una vez por todas encima suya.- ¡Espere señora, espere! -dijo frenando en seco a la Duquesa que ya estaba con sus enaguas en los tobillos y la cabellera totalmente desgreñá.- Esperesé, que má entraó un picó en la cabesa que me trae loco perdio.-
La Duquesa, sin atender a su reclamo por la calentura que padecía, le echó mano al estoque y aquí se terminaron de momento los picores de cabeza del torero, que de manera triunfal cortó dos orejas y rabo.
-¿A que lá gustao a mi Duquesa la manera de toreá der maes...? -Y sin dejarlo terminar se abalanzó de nuevo sobre él hasta montarse en su grupera.-
Exhausto y carcomido por los picores, que le recorrían ya todo el cuerpo, el torero se levantó de la cama dejando a la Duquesa con los ojos vueltos como el forro de un abrigo, despidiendose de ella con el mismo arte y salero de siempre, pero esta vez como si padeciera el mal de sambito.
- Abajo le espero señora, que no quiero que piensen que jabío ná entre nosotro. Que ya mán soplao que la ezcoltan dos burlacos de seissiento kilo. Ja sío un plasé-dijo rascando su cabeza y su entrepierna con desatino.- (pero que coño me pasa con tanto picore. Ahora como ja cumplio er maestro. Quien quiea que me supere, si é que soi un artista no se van a pelea por mí. Ay, ay, como me pica tó) -pensaba mientras bajaba las escaleras.-