lunes, 19 de abril de 2010

CAPITULO II "La Rima de Maese Carrasco..."



"S"

"Tanta atención hubo acaparado la bella joven, que hasta hubo un borracho que escurrió su codo de su mesa cayendo de bruces en el suelo arrancando grandes risotadas entre la concurrencia haciéndola espabilar de golpe. Las gitanas, desde su habitual rincón, murmuraban criticando a dos carrillos, tanto a la vieja Merceditas como al única alma cándido y virginal que anidaba en esos momentos entre aquellos muros.
Al tiempo, sin apenas haber cogido sitio aún en una de las mugrientas mesas de la hostería, que Cristófano se apuraba en limpiar ante la cara de asco de sus nuevas visitantes, hizo su entrada en la taberna, Maese Carrasco, poeta insigne de la ciudad o más bien un bohemio, loco y soñador, que durante la noche se empecinaba en rondar a todas las doncellas del barrio.
De aspecto, más bien esmirriado aunque siempre aseado y bien afeitado, conquistaba con sus rimas y poemas, más bien a las madres y a las tristemente casadas que a las niñas a las que pretendía. Y hay quien decía, que descendía del mismísimo Gustavo Adolfo Bécquer, por linea consanguínea, pero en mi opinión... sus esfuerzos por construir poesía hacían más recordar a un bufón de la corte. Lo suyo era lo de meter con calzador los pareados.
- Buenas noches, ya ven que regreso sin coche. Y aunque hora de siesta retoque, no me diga señor Buttarelli, que me deja sin mear el bigote.
-Zientese, Masé Carrasco, que mi señora le pone un plato de gaspacho.-contesto, el tabernero, refregando un trapo tan sucio por la mesa de sus inquilinas, que a veces quedaba atascado en su empeño.-
- Las gracias le doy a vuestra mercé, porque muy pronto va a anochecer. Y porque veo que atendiendo está, a tan distinguidas damas, que por mi parte no he de decirle nada.-contestó, el poeta, haciendo un guiño a la mesa que ruborizó a la joven e hizo estirar las arrugas de la cara de doña Merceditas, al tiempo que sonreía.-
- Vaya, vaya... si nos visita el poeta noctambulo-dijo, saliendo de la penumbra de un rincón, don Fabrique, el tuerto. Un rufián, en tiempos perseguido por los hombres de su majestad, y que en la actualidad había lavado su imagen atendiendo a negocios de importación de seda y especias, comprando los favores del Corregidor de Sevilla. Su apodo, lo ganó al perder el ojo derecho en un duelo por asuntos de faldas-
-¿Lo conozco, Orozco? -preguntó, cambiando su semblante al ver el gesto tétrico del comerciante al mirarlo con un sólo ojo.- Lo siento, quizás no haya sido el más acertado, pero no encontraba otro pareado.-
- Ven, ven... joven poetilla, que deseo hablar a solas con vuestra mercé.-contestó, sentenciando con su gesto la única posibilidad que tenía Maese Carrasco, para actuar en otra dirección.-
- No quiero que vea vuestra mercé en mi gesto un rechazo, pero mire, mire, hay tengo ya mi gazpacho.
- Don Fabrique, que tenemos invitá hombre de Dió, no me vaya a meté usté la pata y deje al Masé comé en .-indicó, Buttarelli, conociendo las malas intenciones del comerciante, cuando comenzaba a parpadearle su único ojo más rápido que se presigna un cura loco.-Y usté, jientesé ya que la va a liá.-dijo retirando la silla, para que Maese Carrasco tomara asiento ante aquél brevaje de color cieno que hacían llamar gazpacho.-
-Si ha sentarme iba tabernero, ha tomarme con esmero, ese gazpacho puntero, que por su color me muero.-contestó, removiendo el mejunje con su cuchara.-

viernes, 16 de abril de 2010

CAPÍTULO I: "La misión de Doña Merceditas"

LG

Hacía mucho tiempo que en la hostería se respiraba una calma impresionante, hasta los parroquianos estaban aburridos y ya no les causaba gracia, ni siquiera, retozar con las gitanas. Estas a su vez, mataban el tiempo en chismorreos de alcoba, pero todo se reducía a rememorar las andanzas del Niño del Corral o del Archiduque Casimiro de las Cabrias, o en su defecto, justamente encontrarle defectos a los bestias que habitualmente paraban a emborracharse en la hostería y, que a su juicio, no valían ni una moneda de bronce en la cama.

La mujer de Buttarelli ni se molestaba en limpiar la grasa de las mesas, pues como no había visitantes y a los borrachos no les importaba, se ahorraba el trabajo sucio, dejando la taberna más sucia aún. Entre tanto, su marido, se dormitaba sobre el mesón y sin importarle si la baba que le caía de la boca, mojaba la madera mugrienta, tal vez, porque la baba de Buttarelli era tan corrosiva, que aflojaba la grasa de tres cerdos asados.

El olor agrio que flotaba en el ambiente, producía sopor a los pocos que se encontraban allí reunidos a la hora de la siesta. Cuando todo parecía que hasta las arañas pollito, se iban a tomar la de Villadiego porque no aguantaban más tanto aburrimiento, se escucharon los cascos de unos caballos que se detenían en la entrada de la posada, seguidos de unos pasos leves. Luego, los cascos, con sus respectivos caballos encima, partieron nuevamente. Los parroquianos que estaban adentro giraron las cabezas hacia la puerta con gran expectativa. ¿Quiénes diantres vendrían a molestar el ocio de este día? La pregunta se contestó a sí misma cuando en el marco de la puerta, se recortó la figura de una vieja, arrugada como un pergamino, y con una cara de tortuga mal parida, que gritó a voz en cuello:

-¡Buenas y santas tengáis todos! ¿Quién es el dueño de esta… pocil… de este magnífico lugar? –Y enseguida buscó con la mirada a su posible interlocutor. Buttarelli se dio por aludido y dirigiéndose a la vieja, que era tan fea, que hacía juego con el ambiente donde se encontraba, contestó:

-Cristófano Buttarelli, para serviros, madame. –Lo dijo con una afectación impropia en él, un poco para tomarle el pelo a la vieja, y otro poco para darse aires. -¿Qué deseáis de este humilde tabernero?-.

-Mi nombre el Merceditas, -dijo la vieja, aunque a Buttarelli, le parecía más apropiado el nombre “Tortuguitas”, pero cerró el pico, porque su mujer, que le adivinaba el pensamiento, lo pateó por debajo del mesón- estoy buscando una habitación para mi niña, es decir, para la niña que estoy cuidando. Pues verá Vuestra Merced, mi ama me ha encomendado llevar a su hija hasta el Principado de Asturias, allí se desposará con un gentilhombre que la está esperando, gracias a un arreglo entre familias, como corresponde. De modo que debo velar por ella y por… su virginidad, es decir, debo realizar “la entrega” como corresponde. –Dicho lo cual, guiñó uno de sus ojillos inquisidores al tabernero.

-Y, decidme dónde está esa niña ¡Pardiez! No querrá Vuestra Merced que “la entrega” sufra daño alguno haciéndola esperar fuera de este… honorable lugar. ¿Verdad?

Doña Tortu… Merceditas, se dirigió a la puerta y asomando su cabeza hacia el exterior, vociferó: -Niña María de los Milagros, podéis entrar cuando gustéis, el lugar es un lujo y los parroquianos son dignos de confianza. –Al minuto, una joven hermosísima, apareció tímidamente en el vano de la puerta. Tendría unos veinte años, más o menos. Bajó los ojos con pudor, pero todos los demás ojos que había en la hostería, se posaron ávidos sobre ella. La hostería volvía a cobrar vida y esperaba ansiosa los acontecimientos que allí se desarrollarían…

domingo, 4 de abril de 2010

Protesta de Santorcaz

Muy buenas tengan vuestras mercedes, mi nombre es Juan de Santorcaz Paloma. Muchos de vuestras mercedes tendrán el gusto de conocerme por mi dominio de la tijera y la navaja de rasurar, en lo que quedo agradecido. Otros también me conocerán por la infamia que sobre mí pesa y ante la cual me rebelo. Como han podido comprobar sus altas gracias, sé muy bien que todo lo que me ocurre es seguido con gran interés y comentado en los corrillos y que sé que los demás no se dan cuenta de ello, pero Dios en su infinita gracia me ha puesto esa luz sobre los ojos y soy capaz de oír lo que por ahí se dice y así he comprendido cuan desafortunado soy. Es por esto que me quejo amargamente y protesto, acuso a un tal Manuel García como el culpable de todo mi infortunio como enhebrador de mi destino. A tan funesto sastre acuso de ser quien me consiga los trajes más desarrapados, ¿por qué no me amancebé con la duquesa? ¿O con Juana la sanguinaria? En lugar de ello he de yacer con esa… cosa. ¿Por qué mis empresas acaban en la ruina? ¿O por qué he de comer chacinas sucias y beber vino que afloja el vientre? Pues muy sencillo porque al “señor” le place. Por lo mismo que le place decir que va a publicar un libro de relatos y que está próximo a salir y que pueden verlo en http://www.elfuegodelautopia.tk/. ¡Ven! ¡ven! Esto es lo que me hace decir, damas y caballeros, a mí, un alma noble, un ser honrado, de este modo manipula mi voluntad como si fuese un dios, mas a partir de hoy abandono, no estoy dispuesto a seguir con esta farsa, que se busque otro personaje de quién reírse, porque yo me voy a limpiar y asear nada más y nada menos que al Papa, y a su curia, la fortuna me llama y en adelante haré la corte a damas de alta cama, a mujeres con estilo, con clase, hermosas y tiernas damas que buscan la experiencia y la distinción…
- Mi amooool, venga, deja de hablal tanto que t´espero desnudita pa que me comas enteritaaaa.