miércoles, 9 de mayo de 2012

De donde por fin la joven pierde el virgo y los demás la poca cordura que les pudiese quedar


La hostería era un campo de batalla, mientras Esteban Dolores y Filiperro se batían contra la autoridad y la gente trataba de esquivar vasos, banquetes y cachiporrazos, Pierre Pandantieu y la joven María de las Mercedes caminaban hacia las dependencias en donde un dulce tálamo les esperaba. Sin embargo, fue quien Buttarelli les esperaba en el pasillo con la mano extendida.
-          Tome señorg Buttarelli, esto porg el lecho y esto porg impedirg el paso a la guargdesa – sin prestar atención, fruto de la excitación, al dinero que le daba que no era otro que el que Esteban le había entregado.
-          ¡Eso está hecho! Señó Panduro.
Marchado el dueño de la hostería, se besaron pero no iba a resultar tan fácil la empresa ya que Salmorelli, el cual había observado la escena, llegó hasta el sitio y sacando un puñal se lo puso en el cogote al pirata.
-          Te pillé villano, así que engañando a la señorita para robarle lo más preciado de una dama…
-          ¿Yo? Nunca me atrgevería a robargle el bolso a esta dama…
-          ¿Qué bolso? ¡La honra, la virginidad, la pureza!
-          ¡Cómo si usted no prgetendiese hacer lo mismo… “caballergo”!
María de las Mercedes, contrariada, aunque feliz de verse pretendida por dos apuestos hombres de armas, suspiraba ansiosa por arrojarse a los brazos de uno de ellos. Tanto que su corazón cabalgaba sobre su pecho, y sentía calores por todo el cuerpo.
-          ¿Pergo quién demonios es usted? Crgeo que le conozco.
-          No sé si me conoce, ni me interesa, pero a partir de ahora siempre sabrá quién soy, soy ¡Salmorelli!
-          ¡Salmorelli! Mon dieu! Le diable! Oh, no, le diable non, c´est divine, ¡Salmorelli! Pues… sepa usted que está en el sitio equivocadó, a la horga equivocada.
-          ¿Yo, por qué?
-          Porgque dentrgo de una horga habrgá una tergtulia cofrgade en los Rgemedios de Utrgerga.
-          ¿Una tertulia cofrade? – exclamó Salmorelli llevándose la mano al corazón – ¿Está usted seguro? 
-          Lo jurgo porg mi honorg.
-          Pues en ese caso, - dijo guardando su daga y mirando al vacío – si tomo mi corcel casi seguro que llego a tiempo… - no dio tiempo a más y olvidándose de todo en dos zancadas se colocó en el otro extremo del corredor, justo antes de desaparecer se giró y apuntilló – ¡muchas gracias por la información, caballero!
-          No hay de qué Monsieur.
Dicho esto María de las Mercedes y Pierre se quedaron a solas y reanudaron su feroz pasión y siguieron comiéndose a besos, a besos abrieron la puerta de la habitación, a besos entraron, a besos y a tientas cayeron en la oscura cama, comenzaron a desnudarse con desesperación, hasta el sol tenía prisa por ocultarse y prescindiendo de sus servicios hombre y mujer quedaron tan sólo a un cinturón de castidad de culminar lo que habían venido a hacer.
-          No te prgeocupes amada mía, he aviergto muchas cerrgadurgas y esta no nos impedirgá culminar nuestrgo amorg – y sacando su espada con la punta se las ingenió para hacer saltar la cerradura, aunque eso sí le llevó algún tiempo, tiempo en el que su miembro viril quedó flácido del aburrimiento - .Trganquila amada mía, jamás me ha falladó, soy infalible, infalible – pero aquello no subía, volvía a besarla, la acariciaba, le humedecía l.. y nada, ella comenzando a desesperarse intentaba ayudar como podía, contestaba a sus besos, respondía a sus caricias, mordía l… y nada. No había manera, por lo que Pierre tomó aire y le suplicó que esperase un momento que iba fuera a tomar aire.
Lo cierto, es que Pierre buscaba desesperadamente a una prostituta para que con su experiencia… hinchase la moral… lo justo para regresar sin que se apagase la vela.
Mientras tanto, la pelea en la hostería había terminado, Esteban Dolores y el bueno de Feliperro habían reducido al alguacil y a sus ayudantes y los granujas allí reunidos invitaban al noble y a su criado a vino y a comida. Pero Felipe no quería nada, estaba inquieto, sospechaba que el pirata les había engañado y quería echarle el guante. De modo que se excusó y marchó en busca de las dependencias ya que le había visto perderse con la joven María de las Mercedes, por lo que comenzó a abrir puertas por todo el pasillo hasta que en una de ellas… entre la penumbra distinguió una figura femenina que le invitaba a pasar:
-          ¿Ya estás preparado cariño? ¿Estoy ansiosa? Estoy ardiendo, échame un buen… tronco…
En aquel instante, Feliperro olvidó quien era ni que había venido a hacer, se calló la boca, aprovechó la oscuridad de la habitación y echó el tranco para que nadie les molestase.
Por otro lado, la vieja guardesa creyó despistar a Buttarelli y comenzó a buscar a su ama, también habitación por habitación, sin embargo el dueño de la hostería era testarudo y la buscaba de modo que al ver la anciana al ver la sombra del hostelero anticiparle por la entrada al pasillo se colocó en una habitación y se tendió en la cama para simular que era una clienta en caso de que Buttarelli abriese la puerta. No obstante, no era Buttarelli quien avanzaba por el pasillo sino Pierre Pandantieu el cual estaba preparado, y al ver como se cerraba la puerta pensó para él que estaba confundido con la habitación y que en realidad debía ser aquella. Abrió la puerta y comenzó a hablarle a su amada, mas no era ella sino la otra la vieja quien al oírle comenzó a quitarse la ropa y a quedarse en pelotas en un pestañear, mostrando a la luz de la luna sus muslos.
-          Oh, amada mía, oh, lusergo, si supiergas lo que trgaigo entrge las piergnas temblargías, es engorgme… y todo parga ti.
La anciana, suspiró de placer sólo de imaginarlo, bien podía ser ésta su última oportunidad en la vida, al menos de atrapar un miembro tan grande que también se mostraba reluciente… oh, Dios mío, a la luz de la luna. Y aquello fue sublime, Pierre la colmaba de besos, la acariciaba intentaba cubrir cada centímetro de su piel, ambos probaban posturas y el acto seguía y seguía, se dilataba con la pasión, vibraba con cada impulso. En la habitación de al lado la cosa no le iba a la zaga, si bien al principio la joven se quejaba un poco, después se dejaba llevar por el placer, aquello era hermoso y dulce, dulce, dulce. El vino de Buttarelli les hacía efecto en sus cabezas hasta el punto de extasiarlos y ver exactamente lo que querían ver.
-          Amado mío, besas tan suavemente que no siento ni el bigote – decía María de las Mercedes.
-          Amada mía, te mueves tan bien que pargeces una vetergana, ni siento tus morgdisquitos – decía Pierre.
Al cabo de una hora, sí, he dicho una hora, los amantes quedaron derrotados, mas fueron ellos los que supieron que tenían que marcharse y silenciosamente apenas sin vestirse salieron al pasillo. Quiso la casualidad que coincidiesen Pierre y Pandantieu allí, se mirasen sonrientes y se atreviesen a decirse algo:
-          Si vieses qué manerga de haserg el amorg.
-          Pues anda que yo…
-          Sí pergo, es que ha sido divino…
-          Pues yo en la gloria.
Les convenía a los dos no darle mucho al pico por lo que cada uno se marchó en una dirección, Pierre por la puerta de atrás y Filiperro junto a su amo.
Esteban Dolores estaba muy enfadado, los representantes de la justicia estaban amarrados y amordazados y su criado no aparecía por ninguna parte. Esteban había recibido su bautismo de fuego y muchos de los presentes querían unirse a la causa, ya que habían visto el arrojo del joven. De pronto apareció despeinado y Esteban le dio un coscorrón.
-          ¿Se puede saber dónde te metes desgraciado? Tenemos que irnos, no tardarán en aparecer más aguaciles.
-          Mi señor, perdóneme pero acabo de hacerle el amor a una joven, ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida, ha sido genial, divino, he tocado el cielo, de verdad, ha sido en las alcobas, verá como aparece ella, es la joven que estaba ahí es hermosa y ¡ha sido mía!
-          ¿Pero qué dices desgraciado? – en aquel instante apareció la vieja despeinada y feliz, muy, muy feliz – ¡Je! Esa es tu joven, pues espero que te haya aprovechado.
A Feliperro se le desencajó el rostro, estaba seguro de haberle hecho el amor a una muchacha no a una anciana, ¡sin dientes!
-          ¡Venga! Vamos – dijo Esteban a Feliperro quien decepcionado no salía de su pesar.
Mientras Feliperro marchaba para la salida se fijó por última vez en la vieja y se dio cuenta de que Buttarelli la increpaba. Por lo que furibundo se lanzó a defenderla, cogiendo un cuchillo amenazó al dueño de la hostería.
-          ¡Posadero! Si vuelve a molestar a esta dama le degüello como a un cerdo.
-          Pe… pero, señor…
-          ¡Marche y calle! Eso sí, antes la bolsa.
Y de esta manera, Esteban Dolores cometió su primer robo, lo que no sabía que había recuperado el dinero que le había dado a Pierre a cuenta de embarcarse con él en el Epitaph.
-          Muchas gracias, caballero.
-          No es nada, hermosa dama – le dijo a la vieja – es lo mínimo que puedo hacer teniendo en cuenta lo que ha hecho por mi criado.
-          ¿Su criado?
-          Sí señora, Filiperro… - y bajando el tono – usted y él, ya sabe…
La anciana palideció, creyó haber estado con alguien muy diferente, un apuesto caballero con bigote y espada ¡y qué espada!, y no con un feo, feo, feo.
María de las Mercedes despertó y notó que no había nadie junto a ella, con la tenue luz de la luna se vistió y salió del cuarto, miró en qué dirección salir, seguro que su hombre había salido por la puerta de atrás buscando acaso la aventura y ella quería eso mismo. Fuera Pierre disfrutaba de una buena orinada detrás de unos viejos toneles tirados, soltó toda su vejiga y recibió mucho placer por ello, sin embargo cuando se daba sus últimas sacudidas vio a lo lejos a la muchacha la cual le buscaba, entonces pensó que venía a pedirle explicaciones, un noviazgo, responsabilidades, trabajar… por lo que de un manotazo se desprendió de su sombrero, su bigote postizo y su espada barata ocultándolo todo detrás de los toneles.
-          Señor, señor, ¿ha visto usted por aquí a un pirata? – preguntó ella inquieta.
-          No, mi señora – contestó él recomponiéndose – si lo hubiese visto se lo diría, palabra de Juan de Santorcaz Paloma, caballero barbero, a su servicio.
Fin

domingo, 6 de mayo de 2012

La hostería de Cristófano Buttarelli: Próximamente

La hostería de Cristófano Buttarelli: Próximamente
http://www.youtube.com/watch?v=113dg1Z4xG0&feature=related

Próximamente

Presto a desempolvar esta vieja hostería me encuentro, por lo que no se pierda, querido lector, lo que en los próximos días acontecerá en este mismo sitio. En donde la historia comenzada buscará su punto y final, y en donde no faltarán ni las risas ni las sorpresas.

domingo, 1 de enero de 2012

¡¡FELIZ 2012!!

LG

En este singular revuelo estaba la hostería que parecía un gallinero más que una digna posada en el camino.
Y hablando de gallinero, Fray Junípero seguía haciendo guardia a la bruja, esperando el milagro de un suspiro que esta estrafalaria mujer le pudiera arrancar a su santa humanidad; Salmorelli acaparaba la vista del resto de las mujeres que allí se encontraban, las santas y las de las otras, imaginaos, que a las gitanas se les caían los calcetines de sólo mirarlo; Pierrge Pandantieu, el pirgata… er… digo el pirata francés, que se babeaba de tanto mirar a la niña María de las Mercedes y esta que oxidaba con sus calores la cerradura de su cinturón de castidad… Si le agregamos a Manolo, el Malbaído, queriendo escabullirse de lidiar los seis toros de la ganadería de Pinchafierros, y a todo el cotorrerío que por allí se llevaba a cabo, no se escuchaban ni los pensamientos. Hasta que de repente el vozarrón de la mujer de Buttarelli hizo callar a todos:

-A ver si os llamáis a sosiego y me decís qué día os parece que es hoy… -Todos se miraron entre sí sin saber qué contestar, por lo que la matrona, erguida en una sola pieza y sacando tetas (que eran como las ubres de dos vacas juntas) se plantó en medio del corrillo y anunció:

-¡¡Hoy es el primer día del Año Nuevo!! ¿No os parece que deberíamos recibirlo con una fiesta? –Miráronse todos y cada uno de aquellos parroquianos y visitantes y al unísono gritaron un “¡SÍÍÍÍÍÍÍÍ!” encantados de la vida.

Buttarelli mandó asar un cerdo, dos pavos y un cordero. Personalmente coló el vino de la casa de uno de sus toneles, pues flotaban en él algunas cosillas que se movían y que daban qué pensar, luego llenó todas las jarras que había en su casa y ordenó escanciar a todos por su cuenta (pues le pareció un buen modo de quitárselo de encima sin echarlo al río).

Todo era algarabía y buen humor, a nadie le importaba si las gitanas bailaban flamenco sobre las mesas y con las faldas levantadas hasta el ombligo, o que Salmorelli y Manolo cantaran abrazados, fruto de los vapores del vino de Buttarelli, o que la niña olvidara el candado que guardaba su ama y se fuera acompañada por el pirata francés atrás del gallinero, el mismo donde el Fray exorcizaba a la bruja para sacarle el demonio del cuerpo, cosa que hacía con magistrales movimientos de cadera. ¡Y vaya que dio resultado! La bruja, encantada perdió hasta el nombre y quedó tan mansa como el cordero asado.
¡Bendito Año Nuevo!

Ya os diremos cómo acabó la cosa, por ahora os dejamos en pleno festejo y nos vamos a festejar también nosotros. Queremos desearos:

¡FELIZ AÑO NUEVO! DE TODO CORAZÓN
QUE SEÁIS FELICES.