lunes, 14 de marzo de 2011

CAPÍTULO VIII: FRAY JUNÍPERO Y UN ESBOZO DE GARDENIA (OJO, SÓLO UN ESBOZO)

LG

Miráronse todos sin saber qué contestar, pues temían la reacción del fraile, no fuera cosa que se pusiera a perseguir las cabras que en el corral tenía Buttarelli y las pasara a degüello a todas en su afán por acogotar a la bruja Gardenia.

-Ehhhhh, verá Padre, si supiéramos como dice vuestra merced que es la tal bruja, quizás le pudiéramos ayudar. Además, en esta honorable casa –dijo el tabernero santiguándose, y las putas lo imitaron-, no se permite la entrada de esas renegadas de Dios, pues el diablo llevan en el cuerpo y mediante la falsedad engañan.

-Veo que vosotros sois todos hijos del Señor, y así lo dejaré sentado para que la Santa Inquisición, sepa lo santa que es vuestra casa, pues si Salmorelli, "El Gran Inquisidor", llegara a saber que aquí está Gardenia, pues metería fuego hasta al mismísimo infierno con tal de acabar con ella..., Pero… ¡Huelo a bruja! ¡Huelo a bruja! –Gritaba el fraile como poseído.

-Dígame vuestra merced ¿y cómo huelen las brujas? Así le ayudaremos a buscarlas –aventuró Buttarelli con tal de que el cura cerrara el pico.

-“Las brujas”, nada, mi señor, he dicho “la bruja”, que en su maldad vale por mil y en su hedor apesta a bosta rancia. Ahora que os dije como huele, os diré cómo es, o por lo menos cómo la he visto yo, porque con las brujas nunca se sabe, cambian su aspecto según les convenga engañar a uno o a otro. Prosigo pues. Gardenia es del tamaño de un tonel de vino, por lo alto, por lo ancho y por los aros que la contienen. Su pelo, casi blanco, a fuerza de ser desteñido por su magia negra, enmarca una cara redonda como la luna de Valencia, pero a despecho de esta, Gardenia se ha inflado los labios y alisado sus arrugas ¿no pensaréis
que era una jovenzuela, verdad? Aunque ella se lo cree a pies juntillas. Dejadme continuar, no os arrepentiréis, pues en esto os va la vida. –Fray Junípero hizo un alto en tan fantástica descripción para tomar vino y aliento, luego prosiguió-. Tiene por piernas dos farolas, tal de robustas, y su cu…, ejem… sus posaderas, aplastarían a un elefante, sé lo que os digo porque lo he visto con mis propios ojos y palpado con mis propias manos…

El tabernero, su mujer, las putas, doña Merceditas y la niña virgen, abrían los ojos como platos ante tamaña descripción. Maese Carrasco apuntó:

-Jamás he de ser cómplice de semejante esperpento, yo os lo juro Padre, antes me jalo por dentro… -ante semejante torrente poético, los parroquianos que estaban en la taberna, no sabían quién estaba más desquiciado, si el trovador o el fraile, pero por las dudas callaron la boca y se dispusieron a seguir escuchando… no fuera cosa de que Gardenia apareciera nuevamente…