viernes, 1 de mayo de 2009

Capítulo V: La fiesta nacional II


El maestro, en el suelo, parece estar muerto, y lo mismo cree Malaleche, que no pierde el tiempo con muertos y arremete contra los vivos que lo rodean. El respetable, en los tendidos, aguanta lo indecible bajo el aguacero esperando el desenlace de la corrida. Los gritos de la gitana estremecen la plaza.

Vive Dios, si se estaba viendo venir, si es que era un crimen, eso no es un toro.

Malaleche se queda solo en la plaza junto al cuerpo del maestro. El público empieza a pedir la puntilla pero a ver quién se la pone a semejante fiera.

A éste hay que matarlo a tiros, doña Elena, ya veréis.


En esto la pelirroja, que estaba junto a Martín ayudando a escapar al ciego del aguacero, vuelve sobre sus pasos con la cara demudada por el espanto al ver la carnicería que se ha desatado sobre la arena y de un salto ya está junto a don Mendo desencajada, ignorando la indolencia de doña Inés.

Don Mendo, haced algo ¡Por Dios! Que mi alma no está preparada para ver morir al maestro despachurrado de esta forma y el toro no cejará hasta dejarlo convertido en papilla…

Don Mendo, desconcertado, repara por primera vez en los ojos implorantes de la pelirroja…


(Qué ojos tiene esta dama, vive Dios, si son verdes y hondos como la mar océana)

Y fue lo último que pensó, o que creyó pensar, don Mendo de las Cuevas. El ciego, que había llegado corriendo con Martín y la muchacha en medio de la confusión, la lluvia, los empellones y el espanto del respetable, se sitúa a espaldas de don Mendo mientras éste se sumerge sin contemplaciones en los ojos verdes de la joven. De sus ropas andrajosas, con disimulo de asesino experto, el ciego saca una daga y acerca su rostro al de don Mendo, por la espalda. El de las Cuevas puede oler y sentir el cálido y atafagante olor a ajo de su aliento. Luego su voz sibilina y cascada que le habla al oído, silenciosa y suavemente.

Recuerdos del conde de Ureña. Tened buen viaje al infierno, don Mendo.

Y clava la daga hasta la empuñadura en la espalda del de las Cuevas. Don Mendo siente en el alma el tacto indeleble y helado de la muerte. Instintivamente saca una pistola y da una lenta media vuelta en busca del ciego, pero sólo atina a verlo correr entre la muchedumbre, en medio de la lluvia, abriéndose paso a empellones entre la gente. El niño, espantado, con las manos en la boca en un gesto de horror, lo mira con los ojos desorbitados. Don Mendo intenta amartillar el arma pero no puede, las fuerzas le fallan por momentos. Las piernas le tiemblan, la visión se le nubla y cae de rodillas al suelo. A lo lejos, muy a lo lejos, oye la voz de alguien que apenas está a unos palmos de él.

¡Han matado a un hombre! ¡Han matado a un hombre!

La tarde sevillana se cubre de tragedias imprevistas, de paradojas inopinadas como la propia vida. El único sentenciado de la tarde, Malaleche, aún sigue vivo en el centro del ruedo. La muerte es caprichosa y cruel. Malaleche puede esperar, don Mendo de las Cuevas, no. El conde de Ureña tiene prisa y ha pagado por ello.

Se arma un griterío infernal, hay corridas y el escándalo crece. La pelirroja cae de bruces al lado de don Mendo y cubriéndolo con su cuerpo queda bañada en sangre, barro y lágrimas.

¡Ayudadme! ¡Ayudadme por favor!

Se acercan las gentes a levantar a don Mendo, casi un ánima camino del cielo. Entre tres lo alzan en vilo y lo entran a la hostería, depositándolo en un camastro. Mientras tanto, el “ciego” se ha perdido entre la multitud en ese día donde el diablo no da tregua y donde los corazones no dan abasto a latir por la magnitud de los acontecimientos.
Otro grupo asiste al maestro que como un muñeco descalabrado ha quedado tirado en la arena. La gitana se abre paso entre la gente y tomando del suelo la pistola del malherido don Mendo, remata al toro con la furia de un rayo. Buttarelli, que a duras penas puede tenerse en pie, increpa a Dios y a los cielos su mala fortuna
Dentro de la hostería la pelirroja se acerca a don Mendo tomando entre las suyas su mano inerte y la besa con ternura entre un llanto incontenible.
Con una voz apenas audible alcanza a decir:

Sabía que algo mal andaba con ese ciego, Madre Santísima ¿por qué no me habéis abierto los ojos para evitar tamaña tragedia? Fui mil veces más ciega que el que por ciego se hizo pasar, y mi ceguera me está arrebatando el brillo de los únicos ojos que me han regalado un instante de amor…

Un silencio casi absoluto se adueña de los presentes. Don Mendo se muere y se lleva con él dos esmeraldas engarzadas en un par de ojos surcados por una melena roja y unas las lágrimas de fuego cargadas de dolor y de pena…

-¡No, noooo, nooooo!

- ¡Santa madre de Diosssssss! ¡Maestro! ¿qué le pasa a usté? -gritó Rafelito.-

- ¡Levanté, miarma!

- ¿Pero que pasa, maestro, que son la tres de la mañana?

- Una pesailla de la mala, mala, ¡Levantaté, que mañana no hay corría!

Torero y banderillero, echaron a correr escaleras abajo a medio vestir ante la mirada espectante de los que aún continuaban bebiendo en la Hostería, El Corregidor, don Remondo, al verlos salta de su jamuga cómo de un resorte y sale al paso del diestro de Triana.

- ¿A dónde va usted, Maestro, no ha tenido bastante con el festín putañero como para continuar la juerga en vez de descansar?

- Dejese de descanso y escuche con esas orejas de ley, mañana no hay corría.

- pssssssssss, cayese y no monte el espectáculo, que se pueden enterar los asistentes.-contestó, tirando de él hacia un rincón de la Hostería.- Aclaramé esa memez de que mañana no hay corrida, ¡se va vuelto loco!

- Loco, por mantene la vía y no morí en er arbero mañana, he tenío una pesailla que.... vamos que no me mojo mañana ni por asomo.

- Ande, tome un poco de vino a ver si se despierta.-dijo el corregidor hacercandole una jarra y una copa.- Oigamé bien usted si no quiere que terminemos todos en una celda, así que mañana habrá corrida ¿me ha entendido?

- Asperese un momento, mañana toreo si usté me hace un par de favore.-contestó el torero tomándose de un trago el mal caldo de Buttarelli.-

- Pardiez, cuidado con los antojos de los artistas, hablé de una vez...

- Lo primero quiero que mande arrestá ar ciego ese que pendulea por la taberna.

- ¿Y eso?

- Usté agame caso y sinó trastee al lazarillo y verá tó lo que han robao.-dijo para evitar la muerte de don Cesar.-

- ¿Y ya está?

- No, escuchemé, onque estemos a la cinco en la plaza, la corría no empezará hasta las sei.

- ¿Y al respetable cómo lo aguantamos?

- de ezo me encargo yo...

Apenas ha amanecido y Don Mendo ya está sentado en una de las mesas con el cuenco de caldo a medio tomar. Muchos de los que allí quedan ni siquiera se han acostado y yacen tirados aquí y allá, por lo que el desorden, junto con el olor del alcohol y de la lujuria, dan paso a una escena ciertamente devastadora.
La pelirroja busca con la mirada al ciego pero no lo encuentra. Inquieta, porque era justamente el ciego quien le había prometido pagar el alojamiento de aquella noche, se acerca a Buttarelli para indagar.

Buenos sean vuestros días tabernero. ¿No habéis visto al ciego y al chaval?

Luego de negar con la cabeza, Buttarelli posa sus ojos en el magnífico anillo de la pelirroja que ya saborea como suyo. Si no hay ciego, no hay paga y si no hay paga, se queda con el anillo. La pelirroja se percata al instante de lo que piensa el gordinflón sin escrúpulos y agachando la cabeza con pesar, deja que la exuberante cabellera tape el rubor de sus mejillas.
A pocos pasos de ellos, don Mendo no ha podido evitar escuchar la conversación y al ver la actitud de la pelirroja, un halo de ternura contenida envuelve su recia figura.
No puede dejar las cosas como están, no es de hombres ni de caballeros…

A esa hora de la mañana, don Mendo de las Cuevas está sentado solo en una mesa de la hostería frente una jarra de vino y un cuenco de sopa. Ha tenido una pesadilla aterradora y ya no ha vuelto a conciliar el sueño. Ha sentido en el paladar al sabor amargo de la muerte, le ha visto el rostro en una tarde de lluvia y desde pequeño cree en los sueños premonitorios. Por las escaleras ve bajar al Niño del Corral tambaleándose de un lado a otro, no sabe si por efecto de la resaca o por las artes amatorias de la gitana. Cuando pasa a su altura, se dirige a él.

Maestro, shcssst, del Corral, os voy a dar un consejo: no se os ocurra por nada del mundo torear esta tarde en la plaza. He soñado que el toro os va a empitonar. Y no es que tenga un mal barrunto, es que estoy seguro.


Don Mendo se acuerda entonces del ciego. Casualmente, en la calle, una lluvia inesperada y primaveral golpea los cristales de la hostería. Se le eriza la piel.


Yo tengo claro que no voy a ir a veros morir.


Al mismo tiempo repara en la pelirroja, quien también ha aparecido en su sueño, mirándolo como una sirena en medio del mar, justo antes de ser apuñalado.


Venid, señora, sentaos a la mesa, que ése por un cuenco de puchero os saca la sangre como los murciélagos. Bittarelli, traed algo para la señora y apuntadlo a mi cuenta.


La cuenta de vuestra merced ya va siendo larga, a ver cuándo aflojamos la guita.


Guita te van a dar a ti esta tarde en la plaza. Ojalá el toro se llame Malaleche y se mee encima de ti después de cornearte, rufián.


Sentaos, señora. Por cierto, ¿habéis visto al ciego? Contadme qué sabéis de él y del niño que lo acompaña.


Elena, entra en la hostería despavorida, sabe que han herido a don Mendo y trae noticias del Conde de Ureña.

-¡Don Mendo! Gracias a la Macarena que estáis con vida, dicen en el pueblo que habíais muerto, que alguien os clavó una daga traicionera.
Cuando Alberto y una servidora salimos de la plaza de toros, alguien nos obligó a seguirles y a subir en una carroza, allí estaba el Conde, mi marido y juraba que os iba a matar, porque según él jura que fuiste vos quien mataste al Cardenal y quien me ha llenado la cabeza de pájaros.
En cuanto pude vine a decíroslo y cual fue mi dolor al enterarme de que os habían herido, nunca creí que hubierais muerto.

¡Si me han seguido estáis en peligro don Mendo!
Si os vais de la hostería dejad que os acompañe, ¡No quiero volver al Castillo!




La pelirroja, un tanto avergonzada por tener que aceptar la invitación de don Mendo, se sienta a la mesa y desvía sus ojos que no puede ni quiere posar en él, pues hay algo en la mirada del caballero que la pone en apuros.

Veréis señor, mucho no sé yo del ciego más lo que todos habéis visto, que aquí me lo he cruzado cuando abrí por primera vez esta puerta. Pero mal presagio me trae, que me recuerda a alguien a quien no quiero recordar porque de sólo hacerlo se encarna el demonio en mí.

Años ha que voy en su búsqueda, pero a fe mía que no esperaba encontrarlo, si fuera el ciego, de esta manera. Os contaré.

Mi padre era un rico hacendado de los campos de León. No me han faltado doncellas que mis cabellos peinaran ni vestidos y lujos que yo deseara y no tuviera al mismo instante. Como os decía, nada me faltaba.

Pero una noche, mi padre muy serio y con lágrimas en los ojos, me dio la infausta noticia que el conde de Las Casas y Tuñón, habíale mandado emisario pidiéndole mi mano en matrimonio y llevando como presente este anillo que aquí veis.
Más, habiendo rogado a mi padre que no me diera al duque porque mi corazón tenía dueño en el joven don Juan Miguel, en secreto decidimos unirnos en matrimonio para burlar el pedido del duque. La noche que mi padre me entregaba a don Juan Miguel en la Abadía de las Sagradas Escrituras, irrumpió el conde de Las Casas en persona, y desenvainando su espada, de un solo golpe arrancó de cuajo la cabeza de mi amado que rodó hacia mis pies manchando con su sangre mi traje de desposada. Luego juró que le pertenecería a él o moriría como don Juan Miguel.

A duras penas conseguí escapar entre el alboroto mientras mi padre atajaba con su pecho la estocada que iba al mío.
No pude volver nunca más a la hacienda de mi padre ni a la tierra que me vio nacer. Pero así como el de Las Casas me prometió muerte, de la misma manera yo me prometí que se la daría a él cuando lo encontrara.

A fe mía señor, que van dos años que voy por los caminos tratando de hallarle como él a mí. Y si bien no he reconocido al conde en la imagen del ciego, algo muy dentro mío me dice que es él o uno de sus esbirros que me viene a la caza.

Don Mendo escucha atónito la historia de la pelirroja y una furia incontenible le hace brotar llamas de los ojos y le crispan los puños hasta dejarle rojos los nudillos.
Piensa ¡Tamaño bellaco! Y en el aire respira sangre en ciernes.


Elena, escucha la historia de la pelirroja y piensa que se está inventando todo para llamar la atención de Don Mendo.
Don Mendo, cuenta que ha tenido un sueño donde le herian con una daga en la plaza de toros, lo que no comprende es cómo se ha podido correr la voz en el pueblo si aún no ha sucedido ¿premonición? ¿hechiceria? ¿qué significaba todo aquello? Posiblemente era que el destino le avisaba del inminente peligro que corria. Tendría que estar atento a todos los personajes que se le acercasen.

-El Conde de Ureña tiene mucho poder Don Mendo y si él dice que usted ha matado al Cardenal, vendran a buscarle. (No puedo permitirlo, antes declararé que fui yo quien asesinó al Cardenal. El cuento de la pelirroja es bastante increible, ¿qué buscará la mosquita muerta?).



20 comentarios:

  1. Venga Liliana,despierta ha estos perezosos como tu sabes....

    Besitos.

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  2. Jajaja, Mari, parece que se han tomado el día del Trabajo a pecho, hay que esperar a que despierten...
    Besos.

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  3. HEYYYYYYY!!!!!!!HAY ALGUIEN OKEEEEE.
    La hosteria permanecera abierta dia y noche,eso me digerón a mi y si abierta esta pero ultimamente nunca hay nadie que muermo de hosteria si siempre esta asi tendre que buscar otra...
    Jo,que rollazo sigue sin acudir nadie...

    HEYYYYYYYYYY....HAY ALGUIEN....!!!!!!!!

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  4. Vaya fin de semana, Mari. Trabajo por un tubo y feria de muestras en el pueblo. Lo que faltaba aquí es una corrida de toros.
    Y al Niño del Corral no hay quien le vea el polvo. Lo habrán encerrado las justicias en los calabozos, jejeje.

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  5. No se si lo han encerrado,pero desde luego como se dice por aqui,AMI ME TENEIS CONTENTA POR LOS CULLONS!!!!!!poneros las pilas ya y por favor mas muertes NOOOOOOOO...

    Besitos.

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  6. Por favor Liliana,entre todos hoy me estais matando ami,despues de las palabras de la pelirroja que estoy que me desago,Don Mendo se muere???????no por favor,Liliana que me da un chungo!!!!!!

    Besitos.

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  7. ¡Ay, Mari! No sé qué pasará con don Mendo, eso depende de él... ¡Qué no te dé ningún chungo! En la fantasía puede pasar cualquier cosa. Veremos...
    Muchos besitos.

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  8. OLÉ,OLÉ,Y OLÉ, QUE ALEGRIA MAS GRANDE TODOS VIVITOS Y COLEANDO!!!!!!Y AHORA QUE???? YO QUIERO MAS...

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  9. Pero por favor,a la pelirroja no me la dejeis en el sueño,que no se puede ser mas romantica....

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  10. Jajaja ¡Olé, olé, olé! Mari ¡Qué entusiasmo!

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  11. DIOS MIO !!!!! CON TANTOS COLORES ME LIAO,QUIEN ES EL QUE HA TENIDO LA PESADILLA?????? BUENO,SEA QUIEN SEA EL RELATO ESTA GENIAL,OLÉ!!!!

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  12. POR FAVOR,CENTREMONOS,QUE ESTOY MAS LIA QUE LA PATA UN ROMANOOOOO ,NO SE SUPONE QUE ALGUIEN TIENE UNA PESADILLA Y DEMOMENTO NO HAY NINGUN LISIAO,POR FAVOR QUE ALGUIEN ME LO ESPLIQUE.....

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  13. ORGANINACION COMPADRES, ORGANIZACION, LA CORRIDA DE TOROS TODAVIA NO HA TENIDO LUGAR, TODO HA SIDO FRUTO DE LAS PESADILLAS DEL NIÑO Y DE LA PELIRROJA. REMOMEMOS EL RELATO SIN LIARNOS. UN ABRAZO A TODOS

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  14. Pero ¿no fueron todas pesadillas del Niño del Corral? Que la pelirroja sigue la historia dónde Don Mendo la ha dejado...
    ¡Vaya lío! Que nos han enredao... jajaja.

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  15. salmorelli, ¿qué no ha habido corrida de toros?
    ¡si yo he leido toda la corrida como si la estuviera viendo! jajaja

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  16. SABEIS SI HAY REVENTA DE ENTRADAS??? JAJAJAJJ,POR QUE ESTA CORRIA NO ME LA PIERDO YO POR NA DEL MUNDO!!!!!!
    ANIMO QUE PODEIS....ORGANICEMOS LOS COLORES...

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  17. Dejando las bromas de lado,Liliana te felicito!!!
    la historia de la pelirroja te ha quedado vordada continua por favor...

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  18. Si es que no pue se, si es que no pue se, maestro, si es que er vino del granuja este está aliñao, que se lo digo yo, aliñao. Y ademá no tenemos luses, ¿cuánto tiempo llevamo bebiendo? ¿En, maestro? ¿Cuántas jarritas? ¿Pesadillas? Digo, pesadillas, milagro que no hemos reventao.

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  19. CESAR TE JURO QUE SIN CATAR EL VINO ALIÑAO,LA QUE REVIENTA ESTA NOCHE SOY YOOOOOOO!!!!!!

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  20. JAJAJA Paso por estas horas y me encuentro con tamaño jolgorio. Es que no pue se, que llevamo bebiendo...

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Bienvenidos a "La hostería de Cristófano Buttarelli". Es un honor recibirlos con un vaso de tintillo y todo nuestro afecto. ¡Gracias por vuestra visita!