sábado, 18 de octubre de 2014

De cómo irrumpió en la hostería un tal Mcdowell y las tonterías que allí propuso.

Eran malos tiempos para la hostería, los parroquianos que por allí frecuentaban y que consumían más bien poco ya no se dejaban caer por tan ilustre lugar y la recaudación pasó de poco a nada. Solía decir Buttarelli que aceptaría hasta los doblones falsos, cualquier cosa antes que ver aquel antro morirse de soledad como una araña en una esquina. Y así andábase la zona pues ni los pescadores frecuentaban los muelles cercanos. Ni las meretrices paseaban por los callejones oscuros por temor de los buscones y de los bachilleres borrachos que solían venir a aliviar la vejiga y faltar al respeto a los vecinos. Vecinos que envejecían contando anécdotas del lugar, untando de imaginación la nostalgia, acaso muchas de sus historias no sucedieron o no se ajustaban a la realidad. Por que la memoria es traviesa y tiñe los recuerdos a gusto del que los pinta.

  • Entonces la hostería era un buen lugar.
  • ¡Pardiez! La hostería, cuánto tiempo sin ir por allí.
  • Todavía tiene las bisagras rotas de la última vez que fueron a darle una patada buscando un duelo a muerte el tal...
  • ¿Bisagras? ¿Qué son bisagras? ¿No será eso que hacen las brujas para que se suba el ánimo?
    Mas todo lo que sube baja y todo lo que está en el fondo no puede sino subir, y de aquel modo alentado por la devaluación de aquella zona llegó aquella mañana un especulador muy peculiar. El escocés Mcdowell. Venía acompañado de su administrador en España, un tal Alonso Sosa. Mcdowell venía de Jerez en donde había adquirido una hacienda con su bodega en donde se apilaban centenares de toneles de fino que exportaba como oro líquido a la Gran Bretaña. El negocio estaba asegurado, mas aquel inversor buscaba nuevos retos en especial quería llevar a cabo su innovadoras ideas.
    Don Alonso Sosa empujó la puerta y se quedó medio descolgada como si fuese un borracho que no termina de caerse. Un olor a agrio salio del local y de dentro se dejó sentir una especie de gruñido. Mcdowell que era hombre valiente entró primero, esperó a que su vista se acostumbrase a la penumbra y llamó al dueño.
  • ¡Posadero!
  • ¡Sus muertos!
  • Aquí, aquí mi zeñó, no haga cazo ar vieecito que ta mal de la cabeza y ez lo unico que pue deci ya, comprende usted.
  • Mi amo quiere comida y bebida – dijo Alonso con cierto enfado - . Mi señor es un grande en su país y también en este.
  • Po no ze yo, porque aquí lo que ze ve e que trae una farda, no zerá tan grande.
  • ¡Maldito! ¡No queda sino batirse! - gritó Alonso llevándose la mano a la espada, pero en ese instante Mcdowell evitó que desenvainara.
  • Que tengo dinero, lo único que quuiero es saber cómo se cosina aquí – dijo el escocés.
  • ¡Perdone uzte! Que no lo dicho pa ofendé que uno no tiene´tudio ni zabe lee, zolo contá y na má. ¡Niña! Traele a ezto hombre pringá der puchero que ze van a chupá lo deo – fue un decirlo y del delantal sacó un vaso en la mesa ligero fue a por otro y una jarra con la que llenó ambos recipientes de vino un tanto agriado.
  • ¿A este vinagre llama usted vino? Mi señor este marrano quiere envenenarnos.
  • ¡Sus muertos!
  • Tranquuilo Alonso, tranquuilo, veo que el lugar eschtá a la altura de su fama.
    Cristófano maldecía al administrador en sus adentros. Sabía que aquel señor iracundo le traería problemas. La esposa del posadero le dio un cuenco con pringada y un trozo de pan a que arrancó un trozo por el que crecía a sus anchas el moho.
  • Niño, voy a por pan de hoy – le dijo la esposa.
  • Mañana va a i, er maricón y er malaleche van a comer ezte. Y que ze vayan duna ve con to zu...
  • ¡Sus muertos! - volvió a gritar el abuelo.
    Cuando depositó el cuenco en la mesa la carne y el tocino no tenían mala pinta, pero al tomar un pellizco del pan ¡ay! Se desmigajó como si una docena de gallinas lo hubiesen picoteado. El tocino tembló y recibió al pan de mala manera tanto que tuvo a bien echarse a un lado.
  • ¿Pero qué diantres es esto? Un tocino que parece una medusa y que está duro como un yunque ¿y la carne de qué es? ¿De buitre? Mi señor vayámonos de aquí antes de que nos envenenen esto no puede digerir.
  • ¡Traquuilo, Alonso, tranquuilo! Cuanto más malo es el locall más barato resultará.
  • ¿Y qué piensa mi señor hacer con este antro? Si no vale ni para quemarlo.
  • No es el antro, es el sitio. Al lado del rio, cerca de la plasa de toros. Si caemos un par de paredes y limpiamos el lugar podremos hacer un restaurante.
  • ¿Eh, qué es eso, mi señor?
  • Una espesie de posada en donde la gente venga coma y se vayya. Comida rápida, lo ves.
  • ¿Comida rápida? Como ese tocino que se mueve cuando le hincas el pan.
  • No, así no, buena comida. Hecha con diligencia, vendida desde la misma barra, que los clientes vayyan a comprarla, la compren y se la coman, paguen y se marchen. ¿O quuizá sería mejor que la pagasen antes de comérsela?
  • Pos mire mi señor que yo no paso de los duelos y quebrantos y eso de que no venga Dios a servirte a la mesa, como que no lo veo. Y ¿cual serían los platos? Gazpacho, chorizito a la brasa, lomito a la plancha...
  • No, demasiado caro, habría que coger pollos y machacharlos hasta hacer una pasta, de ahí sacariamos varias raciones, oh my God, ¡acabo de inventar el Dowpollo!
  • No sé yo mi señor, que esto no es Escocia, que esto es España y a lo peor esto es Andalucía, que aquí la gente lo que quiere es llenarse la casa de grasa chupando huesos, eso de darlos machacados como si fuese para un viejo sin dientes...
  • Pienso atraer la clientela a este local, desinfectiarlo, quuitarle hasta la última pulga y hacer de esta zona un lugar de ocio y esparcimiento.
  • ¡Esa sí que es buena, mi señor! Aquí nadie sabe lo que es eso, ponga usted unas mujeres de vida alegre y unos gitanos con guitarra y tendrá gente.
  • ¡Ni hablar! Quiero que vengan las gentes con sus familias, lo último que quiero es un tugurio de peleas y ...
  • ¡Sus muertos!
  • Pues mire usted, que yo no quiero faltar al respeto pero que como que no lo veo yo eso mucho.
  • No se preocupe mi buen Alonso, que todo si andará. ¡Mesonero! ¡Venga usted que vamos a habllar de negocios!

12 comentarios:

  1. ¡Sus Muertos¡ que este nos cambia la hosteria por un Macdonals jajajajja no esta mal para empezar y el te ma bisagras anda anda jajajaj vaya tela ¡Sus Muertos¡....
    Besos a todos¡¡¡¡

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    1. Maryta, espero que al escocés (¿viene con falda?) se le achicharren las ideas, antes de engatusar a Buttarelli, jajajajaa

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  2. ¿La hostería en venta? ¡Pardiez! Espero que ningún escocés por más Mcdowell que sea, ose desplazar a Buttarelli, la hostería tiene ese halo mágico que el posadero defenderá a capa y espada, o tal vez a garrote vil. ¡Sus muertos! Jajajajajaaaaaa
    Bieeeeeen Manuel, se te extrañaba.

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  3. Lo mejor es que se montase una tabernilla chiquitilla, le daría menos quebraderos de cabeza. Dicen que a quienes hay que tener miedo es a los vivos, aunque los muertos también lo dan, es inebitable. Muy buen relato Liliana. Un fuerte abrazo y buen fin de semana Liliana.
    @PepeLasala

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  4. Hola de nuevo, no sé si se ha publicado el comentario que te había hecho. He abierto este blog y otro tuyo y me ha hecho algo raro, jaja. Un abrazo y buen fin de semana Liliana.

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  5. Aquí encontré tu comentario, Pepe. Es cierto que una tabernilla daría menos trabajo, pero también habrían menos historias que contar, jajaja

    ¡Gracias y buen fin de semana!

    Abrazos

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  6. Querido Pepe, este post no lo he escrito yo, sino el estupendo Manuel García, que con Tomás Prieto hemos dado vida a la hostería desde el inicio. Por razones de tiempo no nos es posible llevar adelante este blog sin la colaboración conjunta.

    Te abrazo nuevamente.

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  7. Pardiéz que por eso no paso. Que un primo lejano de los hijos de la Gran Bretaña quiera apoderarse de tan ilustre local no lo consentiré. ¿Comida rauda? ¿pero en que casa de bien se ha visto tal osadía? ¡Buttarelli por tus muertos! Piensa: ¿es de fiar un sajón que vista con falda de mujer? Dale el peor de tus vinos y cuando esté haciendo el efecto que nos hace a todos, avíseme vuestra Merced, que ya se encargará este viejo soldado de los Gloriosos Tercios de despachar al escoces. Lo dicho hostelero !Sus muertos!

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  8. No se ofenda Vtra. merced Naranjito, que ya hemos de controlar al escocés de marras, pero mientras tanto disfrutaremos de sus andanzas, jajajajaja

    Besos filiales de una dama recatada :)

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  9. Holaaaaaaaaa!!! Dejé como cuatro comentarios en esta publicación y no salió ninguno!!!!
    Quería decirles que estoy encantada con el regreso de la Hostería y que me hacen reír a las carcajadas. Quedo a la espera de la continuación, veremos qué pasa con el escocés, jajajajaja

    Manuel, Lili me pasó tu novela corta y me pareció fantástica, felicitaciones.

    Besos y abrazos para todos.

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  10. ¡Gracias, Patricia! Besotes.

    P.D.: con Google hay que tener paciencia, cada vez anda peor...

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  11. Gracias Patsy, perdona que hay tardado tanto en contestar, estoy un poco, mucho, perdido. Me alegro mucho de saber que la leíste. Es justo lo que necesita una novela: ser leída. Gracias.

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Bienvenidos a "La hostería de Cristófano Buttarelli". Es un honor recibirlos con un vaso de tintillo y todo nuestro afecto. ¡Gracias por vuestra visita!