lunes, 23 de marzo de 2009

Capítulo III: El asunto de don Jaime Martín de Lara



Mis amigos, ya puedo llamarles amigos, en vista de lo que vamos a vivir juntos, escuché con atención todo lo que hablaron y veo que tienen ustedes historias muy dispares, Christiane es hija bastarda del Rey, encerrada 18 años en la Torre Negra y de allí salió ya con dones de adivinación ¿dice usted que ve el futuro? (otra como yo, a esta también la han traído para encontrar el cadáver de don Jaime).Don César de Ayala, ya veo que ignora usted que también es otro viajero del tiempo y el vehículo es su propio cuerpo ja ja ja, no me hagan caso, a veces soy algo irónica y traviesa, vengo de una tierra donde manda la alegría de la huerta y el buen jamón de bellota.Por la atención que me prestan y por la forma que han mirado mis ropas se preguntaran de dónde procedo.

Les cuento: Vengo del futuro y ustedes también, sí, ya sé, ya sé, que en su caso es dificil creerselo, sobre todo don César al que noto muy incredulo, hombre de poca fe ¿quizás? en dos días ustedes tomaran conciencia de todo lo que han oído y que a salido de mi boca, de aspectro nó don César, sí de Elfa, con ello, recuperaran la memoria y juntos viviremos la misión que nos han encomendado.
Ustedes tienen cada uno las historias que acaban de contar grabadas en la mente, pero yo les digo que nada de eso ha existido, ustedes lo comprenderán con este nuevo giro, cuando el reciente programa de actuación se haya ajustado a las necesidades del pasado, perdón, voy a beber un poco de agua, el vino añejo de bodega me revoluciona y me descentra la memoria.

Esperemos que llegue más gente y si no se unen otros personajes, nosotros tres somos capaces de hacer la misión para la que hemos sido enviados.Acerquese Christiane y usted don Cesar aproxime la silla a la mesa, lo que voy a contar no puede oírlo nadie.
En esta posada del medievo, ocurrían sucesos que se propagaban como la peste, cuenta la leyenda que aquí se vivieron las más pendencieras barbaries de la época, desde aquí se proyectaron emboscadas de guerras, estrategias de mercadillos, los más audaces estraperlos, robos y argucias de tal vileza que nadie podría imaginar.

Bien, pues aquí, precisamente aquí, sucedió un caso que nunca debió de haber pasado, ya que tuvo tal resonancia que afectó al futuro y nosotros tenemos que modificar el asunto y el asunto es un muerto, quiero decir que a don Jaime de Martin y Lara le retaron a duelo y le mataron aquí en la puerta de la hostería, don Jaime siempre llevaba un reloj de bolsillo en oro y brillantes como amuleto, este amuleto contenía un gran Misterio que necesitan en el futuro de donde ustedes y yo provenimos, este amuleto es el que tenemos que encontrar y se hallaba en el bolsillo interior de la camisa de don Jaime cuando le dieron el tiro que lo dejó tieso.

Por el amor de Dios, Marian, mirad que ya no me llegan los gregüescos al cuerpo. ¿Se os ocurre decir aquí que soy hombre de poca fe? ¿Habéis reparado en el caballero de la mesa de al lado? ¿Quién nos dice que no es un espía de la Inquisición? Yo he probado las mazmorras del Santo Oficio y os aseguro que antes prefiero condenarme que volver a ellas. Y si alguien oyera los dislates que decís del tiempo, de los viajes, de las consciencias, a buen seguro arderíais en la plaza mayor como una alpaca de paja.

Bien recuerdo el asunto de don Jaime de Martín y Lara, un perfecto caballero, no sólo en la cuna sino también en las formas. Un hombre leal y honesto, pero en demasía inocente. Tanto, que murió asesinado en la puerta de esta hostería. Y no fue un duelo, como decís. Fue un asesinato, una villanía más de don Juan, don Luis y su pandilla de pendencieros, a los que el Diablo condene.

Aquella noche, mientras don Juan se batía en duelo con don Jaime, un disparo salió de la oscuridad y le acertó en plena alma. Aquí todos pensamos que fue don Luis Mejía. La traición y la cobardía son métodos propios de semejante carroña. Os puedo asegurar que siempre actúan en manada, como los lobos. Y sí, en esta hostería se han urdido tramas y conspiraciones de relevante importancia, al menos por lo que yo sé, pero ¿tan grandes han sido que han alcanzo incluso a la realeza?

Cristófanoooooooo, una baraja de cartas… Y más vino.

Christiane, vos que tenéis el don de ver las cosas del futuro, ¿queréis echarme las cartas y decirme lo que por ventura me depara el destino? Pues dice doña Mariane que yo vengo del futuro, y vive Dios que antes de llegar a la hostería yo venía de la calle, y antes de la calle, de otros lugares impronunciables en presencia de dos damas, y antes de allí de los tercios, y del convento, y de muchos pueblos y villas que he visto, pero… lo que no me entra en la sesera es que yo pueda venir de pasado mañana, o del Domingo de Resurrección del año que viene, vive Dios que mi razón no alcanza.

Pero vayamos a lo concreto, doña Mariane ¿decís que el asunto es un muerto? Me parece una insensatez que le dieran sepultura con un amuleto de oro en el bolsillo. Puede valer muchos escudos. Por otra parte, el caballero de la mesa de al lado parece conocer detalles muy concretos sobre semejante prenda. Miradlo, está en un tris de sentarse a nuestra mesa.



¡Vive Dios, don César! Que a esta dama no entiendo. Estoy tan apabullada como vos por lo que ella cuenta. Que puedo adivinaros el pasado y el futuro, que puedo hacer pociones para el amor y hacer que las cosechas prosperen, pero así y todo la dama Mariane me ha desconcertado, os lo digo de fe.
Os mostraré algo que ni pensáis, sólo os pido discreción, absoluta discreción…
Acercaos un poco y mirad mi hombro izquierdo. ¿Lo véis?

Pues esta marca me fue hecha por mi ama, a petición de mi madre antes de morir. Es que a las horas de haber nacido yo, por órdenes del rey, fui separada de mi madre. Pasando que hubieron dos meses y ante la imposibilidad de verme, cayó en desgracia y una alta fiebre la consumió. Justo antes de encomendar su alma a los cielos entregó a una vieja criada, como ella, un mensaje para mi ama. En él le pedía que me realizara la Marca de los Arcanos, y con ella he crecido.
Según Erdwina esta marca es legado de mis antepasados, y ha pasado de madre a hija por siglos y es la que demuestra el don.

Os mostraré don César, ya que me pedís que os tire las cartas. No hace falta que el posadero traiga unas, pues las mías las llevo conmigo aunque el ropaje sea misérrimo, que más me visten ellas que los harapos que llevo. A propósito, ¿sería vuestra merced don César, tan amable de decir a la esposa de Buttarelli que me prepare una tinaja de baño? Pues me avergüenza pedíroslo, pero habéis sido tan amable que por ello me he atrevido.

Aquí va, don César. Las cartas están echadas.
¡Válgame Dios vuestra vida…! Habéis conocido tanto el odio como el amor, habéis andado más caminos que la caballería del rey. Veo una dama, bellísima, a la que no podéis llegar, pues no os dejan. ¿Es de tal alcurnia que os lo tienen prohibido? ¡No cejéis don César! ¡No cejéis! Veo a la dama en vuestros brazos aunque no distingo sus rasgos… Vuestro futuro es aciago, pero no por eso poco promisorio. La espada será vuestra aliada y por ella conquistaréis fama, dinero y honor…
¡Seguid adelante, no desfallezcáis, los hados os serán propicios!

Pero… no puedo ver de dónde viene doña Mariane. Una niebla gélida cubre los tiempos y me cubre su origen… Nunca antes había visto algo así, sólo presiento el ruido infernal que hacen las espadas al entrechocar en batalla y una luz diamantina que se cuela por las hendijas del futuro…

¡Ay, don César, disculpad! Me siento envuelta en terrible desazón, que ni de muertos ni amuletos he visto nada y sin embargo algo oprime mi pecho como la tenaza de un herrero. Debo descansar un poco. Estas mancias me han agotado…



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