viernes, 7 de agosto de 2009

Acto segundo: Los forasteros


Estando el barbero en estas disquisiciones, se oyó el galopar de caballos llegando a la hostería. Como era costumbre por aquellas comarcas, parroquianos, gitanas, posadero y hasta el fraile, se asomaron a la puerta para ver de primeras quién o quiénes llegaban. Y menuda sorpresa llevaron al ver tan variopinta comitiva, pues dos desgarbados hombres, si es que así se les podía llamar, vestidos como de circo de tan ornados que iban, acompañaban con malograda pompa a una mujer… extraña cuando menos.

Tendría la dama unos cincuenta años, la tez blanca y el cabello recogido en monumental peinado. De estatura mediana y con los vestidos tan exageradamente recargados de abalorios como una feria en su mejor día. La blancura de la piel contrastaba con la cantidad de polvos que se había echado encima y con las pestañas postizas, desmesuradamente largas de crin de caballo alazán, rizadas con garbo. A pesar de todo el emperejilado, la mujer aún dejaba entrever la belleza de su lejana juventud.

Los excéntricos personajes dejaron sus caballos en el apeadero, mientras el cotorreo de las gitanas mortificaba los oídos y los hombres se miraban entre sí con el asombro pintado en el rostro y corriéndose de la puerta para dejar entrar, primero a los dos acompañantes de la mujer, y luego a ella que iba detrás pavoneándose.
El más enjuto de ambos se dirigió hacia el mesón y gritó:

¡Posadero! ¡Un aposento para mi señora la duquesa de Piedrabuena! ¡Que sea la mejor! Pero antes, servid de vuestro guisado que el hambre nos acucia, y no os olvidéis de escanciar vino, que la comida sin vino es como la vida sin aire…

Y profiriendo una sonora carcajada se sentó en una mesa con su compañero, mientras Buttarelli se apresuraba por acarrear, junto a un mozalbete, los pesados equipajes de aquella mujer, mientras la guiaba hacia el piso superior donde se ubicaban los aposentos.

El barbero se estiró con los dedos su propio bigote, pues veía que los dos forasteros traían la pelambre descuidada y larga, pensando que con ellas se haría de unas cuantas monedas.
La hostería parecía un gallinero donde se había metido una comadreja del alboroto que se armó.

A la hora, y estando todos entretenidos dando cuenta del guisado que había preparado la mujer de Buttarelli, en lo alto de las escaleras apareció la duquesa de Piedrabuena, que comenzó a bajar las escaleras con la parsimonia de los nobles y la ridiculez de un bufón… Las risitas incontenibles de las gitanas se acallaron junto con los vozarrones de los hombres cuando la duquesa habló:

No calléis por mí caballeros, sé que no estáis acostumbrados a ver todos los días a una dama de alcurnia como yo en estos parajes alejados… Pero seguid, seguid con lo vuestro, no me prestéis atención, sólo he bajado a dar órdenes a mis escuderos…

La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, pues ya le digo noble señora que tanto usted como yo habemos de beneficiarnos de tan apropiado encuentro. Me presento, soy Juan de Santorcaz Paloma, para servirla a usted y a Dios, y a los nobles caballeros que le acompañan. Mi oficio es noble entre los nobles, soy barbero. Y permítame ofrecerle mis servicios. Sepa usted que por estas manos han pasado las más hermosas cabelleras de Versalles. Aunque ahora estoy ocupado con un cliente, estaré en esta ilustre hostería llena de gentes de tan alto elenco y rancios abolengos.

En esto que hace una reverencia a la señora en señal de despedida y fija su atención en un cliente que parece salido de una pocilga.

No se enfade vuestra merced si hago algún comentario inapropiado. Me gusta hablar mientras hago mi trabajo, de sobra es conocido que nosotros los “sacamuelas” somos muy habladores y no es por otro motivo que por el de distraer a nuestro cliente mientras en su boca se desarrolla el drama. ¡Abra, abra más, no tema!

Tiene vuestra merced, una muela… dos… dos muelas sanas. No es de extrañar que le huela la boca como una escupidera de varios días. Mas todo tiene un final, es obvio, por las señales, que el Neguijón ha habitado en vuestra boca como el oso en la caverna. Mas por un real de a ocho, que digo, por la mitad, por unos maravedís, le limpio la boca, le afeito y hasta le hago un corte de pelo. Pasará usted de ser una inmundicia a un hidalgo. Porque no se engañe, por la boca del hombre entra la perdición del alma. Si no me cree deje de comer, o de beber, no hable, no mueva la lengua. Puede un ciego vivir sin ojos y un sordo sin oídos, pero nadie sin boca. Mas para eso estoy yo aquí. En cuanto al dolor no tema, le aseguro que cualquier dolor de muelas es mucho peor suplicio que el que yo le pueda infligir.

¡Butarelli! Tráigame usted, por dios unos recortes de tocino, que soy buen cristiano. Y no soy exigente para comer.

21 comentarios:

  1. Aaaaayyyy ¡qué suerte! No veía la hora de que se abrieran nuevamente las puertas de la hostería.
    Geniaaaaaaaal Lili.

    ¡A ver si los caballeros entran a la hostería!

    ¡Señores, no pierdan la oportunidad!

    Besos a todos.

    ResponderEliminar
  2. ¡Wuaaaaakkka! Esto se mueve. Vamos que nos vamos.

    ResponderEliminar
  3. ¡Gracias Carla! Un gusto econtrarte por aquí, amiga.

    Besos.

    ResponderEliminar
  4. ¡Bienvenida nuevamente Nirvana! ¡Muchas gracias!
    Es un verdadero gusto volver a la hostería...

    Besos amiga, y gracias por tu incondicional apoyo.

    ResponderEliminar
  5. ¡¡OLEEEEEEEEE MANUEL!! ¡¡QUE NOS VAMOS AMIGO!!

    ¡¡LA HOSTERÍA VUELVE A ABRIR SUS PUERTAS CON AIRES RENOVADOS!!

    Besos.

    ResponderEliminar
  6. VIVA LA MADRE QUE OS PARIO !!!!!!!! Y QUE AGUSTO ME HE QUEDAO JOÉ....POR FAVOR LILIANA Y MANUEL NO PERMITAIS QUE ESTO PARE...DALE CAÑA ARRIERO !!!!!!!
    SOIS GENIALES...MUCHISIMAS GRACIAS.

    UN BESO ENORME PARA LOS DOS!!!!!!

    ResponderEliminar
  7. ¡Vaya! Por poco llego tarde a la reinauguración de la hostería.
    ¡Enhorabuena!

    Excelente la continuación de los relatos.

    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  8. ¡¡Gracias mi señora Marita por vuestro fervor y exaltación de nuestras virtudes!!

    Don Manuel y yo estamos encantados de volver a gratificaros.

    Os saludamos con agradecimiento.

    ResponderEliminar
  9. Nunca es tarde cuando la dicha es buena Charly, dice el refrán con justeza.

    ¡Bienvenido amigo!

    Besos.

    ResponderEliminar
  10. Muy buena iniciativa. Estuve dando un repaso al blog y en verdad que es muy creativo.
    Felicitaciones

    ResponderEliminar
  11. Muy intereante Blog,saludos desde la ciudad de Mar del Plata

    ResponderEliminar
  12. Bienvenido Juan Sin Nombre, es un gusto tenerte por acá. Gracias por tu comentario.

    Abrazos.

    ResponderEliminar
  13. Bienvenido Marcelo, es un placer encontrarte, agradezco tus palabras.

    Cariños desde Buenos Aires y desde España.

    ResponderEliminar
  14. Descubro hoy este Meson y quedo pasmado ante el talento de tanto artista.
    Con vuestro permiso, lo agrego a mi lista.
    Y si la rima os molestó
    os repito que lo agrego a mi blog.
    Un saludo para tós.

    ResponderEliminar
  15. ¡Válgame Dios don Juan! No ha de molestar vuestra rima, pues en esta hostería se es afecto al verso. Y con tanto halago, qué os puedo decir más que os quedéis a disfrutar de las historias que aquí se cuecen junto al puchero...

    Sed bienvenido.

    ResponderEliminar
  16. Dígame mi dulce dama,¿no seréis vos esa Liliana que vimos en el Mesón como por arte de magia proyectada en el telón?
    En la penumbra del salón resaltaba vuestra hermosura, entre sonrisas y frases tan bellas que incitaban a la locura.
    Y entre la admirada espectación de los comensales del mesón se escuchó una voz tocada por el alcohol: ¿Ande vive eza zeñora que pacmao ma dejao. Por bezá zu pie o zu mano zoy capá de cruzá er mar a nado.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  17. Voto a los Cielos don Juan, que me habéis dejado perpleja, pues estando todos vacacionando poco he podido saber sobre el encuentro en el Mesón, que sólo algo me ha llegado pues.
    Esa he sido yo caballero, pero creo que la misma penumbra de la que me habláis, os ha hecho verme mejor de lo que en realidad soy, os lo aseguro... espero que la voz tocada por el alcohol no haya sido la vuestra, pues entonces así sería de comprender tanto halago.
    Gracias don Juan por vuestra caballerosidad.

    Retribuyo vuestros saludos y quedáis invitado a esta hostería.

    ResponderEliminar
  18. Pues no, no era yo, señora mía, que soy abstemio de alcoholes, que no de amores:no en vano soy Don Juan.
    El señor ebrio era un tal Santorcaz que paseaba entre las mesas, tenazas en mano, buscando una muela que sacar. Se arrojó a la piscina del hotel para buscarla a usted y cumplir su promesa de atravesar el mar para besar vuestros pies.
    Aclarado el tema del fulano, permitidme, mi Señora,que os bese la mano.

    ResponderEliminar
  19. Pues gran honor me hacéis don Juan, tan caballero que sois, pues de Santorcaz no hablo ya que no le he visto en tan vergonzoso menester.

    ResponderEliminar
  20. Me gusta mucho su blog, me llamo Anna, y me ha llamado la atención la flor de lis de su imagen, mi apellido es "de la Mota" y en mi blasón aparecen 5 flores de lis y además da la casualidad que me dedico a la hostelería desde hace más de 20 años. En fin, me he hecho seguidora suya, si le interesa ver mi blog, se llama FEINA PER THOTHOM, http://feinaperthothom.blogspot.com/. Gracias.

    ResponderEliminar

Bienvenidos a "La hostería de Cristófano Buttarelli". Es un honor recibirlos con un vaso de tintillo y todo nuestro afecto. ¡Gracias por vuestra visita!