miércoles, 29 de abril de 2009

CAPITULO IV LA FIESTA NACIONAL




Eran las cinco en punto de la tarde, seis toros seis, para el único espada de la tarde. "El Niño del Corral Candelas" nacido en Triana. Y en la presidencia, don Remondo y el señor presidente, revisan sus pañuelos para ejercer los veredictos de las faenas. En uno de los palcos laterales, don Cesar, acompañado de Elena y el pequeño se afanan en pelar unas avellanas verdes que habían comprado a la entrada. En la puerta de la Monumental, ciego y lazarillo, recogen las monedas que los asistentes arrojan a sus sombreros mientras la poetisa no deja de cantar. En lo más alto de las gradas, casi junto a la bandera, la gitana Carmela, la Lentejosa, la Piñones y otras compañeras de oficio, lucen peina y mantilla dejando a la vista sus esplendorosos escotes,unos labios bien teñidos de rojo y unos lunares en las mejillas como botones. Carrincho, aguarda en la barrera comiendose las uñas está enrojecer el nacimiento de las mismas sin dejar de mirar como se completaba el aforo de la plaza . Y en el patio de cuadrillas, ¡Ay, ese patio de cuadrillas! , la fotografía de una tarde de toros de esas inmemorables en las que el sol luce con fatiga, para negocio del que vende panales con sabor a fuchina y vino peleón. En ese patio de cuadrillas, Rafaelito ajusta el corbatín del maestro que no deja de tragar saliva y observa de reojos como los otros banderilleros hacen el esfuerzo sobrehumano de subir y ajustar a Buttarelli al caballo, que resopla entre pocos dientes.

Y entre los sones de la banda, sale el paseíllo. Torero y cuadrilla muy derechos, formados en fila. Buttarelli a caballo en el centro, con el rostro esplendoroso y rechoncho, reflejando la gloria como un espejo. La muchedumbre, desde el tendido, aclama al maestro. Sevilla hace tiempo que no disfruta de los toros y esta tarde soleada la plaza se viene abajo. Pero el Niño del Corral Candelas parece renquear en los andares. De vez en cuando parece que lo sacuden temblores extraños.

Vive Dios, doña Elena, la madre que lo parió. ¡Qué le habrá hecho la gitana de la hostería que a duras penas puede mantenerse en pie! Miradlo, milagro sea que no tenga que sentarse antes de llegar al burladero. Madre del Creador, cómo viene, ¿habrá que tener pocas luces? Cuando llegue la hora, tapadle los ojos al niño, que no es bueno que la criatura vea las tripas de un cristiano regadas por la arena.

Y diciendo esto suenan los clarines, se abre la puerta de toriles y el público, conteniendo el aliento, mira hacia la oscuridad del callejón, negro como las fauces de un lobo. Al cabo de unos segundos de silencio, el suelo de la plaza empieza a temblar ligeramente como si de un seísmo se tratara, pero no es un terremoto, es el morlaco que avanza enfurecido por el callejón buscando la claridad del sol. Y el público, en medio del pavor, tiene el placer de conocer al segundo protagonista de la tarde: Malaleche.

Astifino, negro zahíno, bragado meano, engatillado, bizco del derecho, 574 kilos de malas entrañas, Malaleche se ha cobrado ya cinco vidas de cristianos en el trayecto del campo a la plaza. En medio de una nube de polvo y de bramidos que hacen temblar las tripas de Buttarelli, Malaleche da tres vueltas al ruedo y se cuadra por fin en los medios, justo en el centro aritmético del redondel, a verlas venir. Mira a un lado y a otro, hunde las pezuñas en el albero pero no se mueve. A su izquierda, un gracioso, desde un burladero, agita un pañuelo. Malaleche que lo ve a lo lejos no se lo piensa. Coge carrera y en cuestión de segundos embiste al burladero estrellando contra las tablas sus 574 kilos de puro músculo. Las astillas saltan hasta el tendido siete. El respetable enmudece. El pánico se apodera de la plaza y todas las miradas se vuelven hacia el Niño del Corral Candelas. Mientras tanto, Malaleche vuelve sin prisas al centro del coso. Mira hacia el burladero donde se esconde el Niño del Corral y con desprecio total hacia el respetable se orina en la arena, una meada larga y provocadora. Y ahí se queda, a verlas venir.

Madre de Dios bendito, doña Elena, ¿de dónde habrán sacado a esa bestia? Si con su carne podría comer Sevilla entera.

Han enmudecido de pronto, los juglares, la poetisa y el ciego. Todas las miradas están puestas en Malaleche y el Niño del Corral Candelas que ha quedado como un guiñapo. Ni que hablar de Buttarelli, más parecido a Sancho Panza que a otra cosa.
La pelirroja, que ha mudado sus trapos por vestimenta más decente, pagada por el ciego con su abultada bolsa producto de la rapiña, no puede dar crédito a tanta explosión de color, algarabía y olor a sangre que se van perfilando en el aire.

¡Tiempo hacía que no acudía a festejo alguno! Ya ni recordaba cuándo fue la última vez que me he divertido y qué falta me venía haciendo. Y vos ciego, aún no me habéis dicho vuestro nombre, que no creo que vuestra madre os haya puesto Ciego al pariros ¡pardiez!

El ciego excitado con la fiesta y el vino barato de Buttarelli, a duras penas podía contenerse ante el olor a hembra que emanaba la pelirroja. El zagal vigilaba atento, imaginando que en cualquier momento quedaría desempleado en cuanto a su amo se le ocurriera dejarse tentar por la situación y la poetisa cumpliera su promesa de pasarlo a degüello…

¿Pero que os pasa ahora que os habéis quedado mudo? ¿También perdisteis el habla, además de la vista? Por la Virgen Santísima que no termino de comprenderos.

¡Dejadme ver! ¡El Malaleche está que arde…!

- ¡Rafaelito, as er favó de ponerme ese toro en la sombra! -ordenó el Maestro, fijandose la montera y pasando sus dedos mojados en saliva por las cejas.-

-Mirá que porte tiene mi torero-dice desde la grada la gitana, a la vez que golpeteaba un gran abanico contra su escote.-

Rafaelito!, chiquillo, llevatelo mejó ar tendio de sol, que hay ase un poco de aire-dijo a lejos a su subalterno.-

- Mire Maestro que resfriamos ar torito-contestó el banderillero.-

En ese momento se hace el silencio en la plaza, y el "Niño" avanza lentamente hacia los medios.

-¡Eje! !ey torito!

El toro se queda "frenao" y escalva la arena para atrás, pega un bufido y arranca hacia el capote del maestro, con maestría pega una media verónica con los ojos cerrados y el publico grita olé, sin creerse que había salido indemne del primer envite, se acerca a la presidencia y pide el cambio de tercio. La gente protesta, pero es el momento memorable de que Buttarelli haga su aparición.

- Maestro que este toro ni más de un pase

- Que no Rafelito, que este toro no vale na, avé que hase en varas

A esa hora de la tarde, el sol cae a plomo en la arena. El calor es asfixiante. El respetable, que no entiende por qué razón el maestro ha pedido tan pronto el cambio de tercio, se excita en los tendidos. Silba, abuchea, patalea, pero suenan los clarines y es la hora del tercio de varas. A Buttarelli le corre el sudor por todo el cuerpo. Tiene la impresión de estar metido en una de las ollas de la hostería, cociéndose junto a los garbanzos. Y justo cuando lo sacan de las defensas se encomienda a la Virgen. Malaleche lo ve de lejos. Lo ubica. Lo cuadra. Rasca la arena con las pezuñas. Brama, fijos los ojos negros en aquel jinete que tiembla de pies a cabeza a veinte metros de él. Cuando la bestia arranca, el Niño del Corral se agacha lentamente, instintivamente, tras el burladero. Carrincho sólo atina a santiguarse.

Por los clavos de Cristo, esto es un crimen.

Malaleche ataca. Buttarelli ni siquiera tiene tiempo de amagar con la pica. Cierra los ojos y se encomienda a Cristo. Que sea lo que Dios quiera.

(Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosot…)

Y Malaleche empitona al caballo por la babilla con el cuerno derecho y por la vena de la cincha con el izquierdo. El topetazo es brutal. El respetable se tapa los ojos en el tendido. El caballo cae de costado y Buttarelli sale despedido pero queda enganchado por el estribo, del que no puede zafarse. Panza arriba, mientras Malaleche hace trizas al caballo con sus cuernos afilados como navajas, Buttarelli ha dejado de rezar y pide auxilio levantando las manos.

Socorroooo, socorroooo, muerto soy, muerto soy, ayudaaaaa.

Pero pronto Malaleche se sube encima del caballo lanzando cornadas a diestro y siniestro. Buttarelli ve los cuernos de la bestia a dos palmos de sus narices, en medio de una orgía indescriptible de sangre, tripas y pellejos, y creyendo llegada su hora, deja de moverse y se desvanece. Ese gesto le salva la vida. Pero Malaleche sigue corneando el cuerpo del caballo y pateando el del jinete. Por un momento se detiene, lanza un bramido desafiante a la concurrencia y vuelve a mearse larga y pausadamente sobre el cuerpo maltratado de Buttarelli.

Vive Dios, como a la bestia se le ocurra saltar al tendido nos hace una carnicería.


-Rafelito, ¿qué ha pasao? -dijo sin levantar la montera de las tablas.-

- ¿que, qué ha paso, maestro? , que el bucareli tiene que tener más abujeros que un colaó

Carbón, otro de los subalternos, logra coger al astado por el rabo y lo quita de encima del caballo. Como puede, Buttarelli, se desengancha del estribo y completamente ensangrentado por el animal echa a rodar unos cuantos de metros. El público, comienza de nuevo a pitar y a reclamar la presencia del matador en el ruedo.

- Maestro, que le toca salí, por lo que más quiera saque fuerzas de flaquezas, pero sarga.

El Niño, se incorpora y se asoma de nuevo al burladero estirando su figura y ciñéndose de nuevo la montera, saca una pierna por el burladero, Malaleche, echa a trotar hacia él , y el torero, con la rapidez de un rayo se vuelve a encajonar y hace el gesto a la presidencia de que cambie de nuevo el tercio. La gente comienza a tirar almohadillas y la pitada es monumental.

-Pero, Maestro, que está asiendo, no que é la oportuniá de nuestra via.

- Calla, Rafelito, que er toro no es güeno, que te lo digo yo

La peor sangre de Malaleche se excita con la monumental bronca. No le gusta el ruido. Menos le ha gustado la pica de Buttarelli, a la que ya en el suelo ha pateado y corneado a su gusto por si acaso. Ya ha visto la pierna del maestro y no hay quien le quite la vista asesina del burladero. Su instinto le dice que tras aquella pared de madera hay carne en abundancia. Viendo que el maestro no sale, Malaleche se vuelve, se aparta unos metros, toma carrera y embiste con toda su fuerza y enfado contra el burladero del Niño. Las astillas llegan de nuevo hasta el tendido siete.

¿Cuánto aguantará el burladero? Nadie lo sabe. Tras él, el maestro, Carrincho y algunos de la cuadrilla se agazapan en el suelo. Las tablas y las astillas caen sobre ellos cada vez en mayor número. El público que está tras la barrera se asusta y sin disimulo alguno se retira del foso. Los del primer tendido hacen lo mismo por si al final el toro destroza el burladero, pasa sobre los toreros y asalta el callejón.

Pero de pronto Malaleche se detiene en seco. Ha oído ruido a sus espaldas. Los mulilleros y los mozos tratan de quitar de la plaza los despojos del caballo. El toro los ve, se olvida por el momento del maestro y arremete contra los mulilleros con gran regocijo del público, que se levanta de los asientos gritando con los brazos en alto. Los mozos apartan a correr cada uno por un lado, pero el que corre por la parte de Malaleche ha tenido mala suerte. El toro lo engancha por las calzas, lo zamarrea como si fuera un trapo, le da varias vueltas en el aire y lo despide arrojándolo al primer tendido. Malaleche se queda solo en el albero. Ha decidido que el redondel es suyo.

Lentamente vuelve a ocupar el centro geométrico del círculo y mira fijamente el burladero del maestro sin importarle las almohadillas ni los gritos del respetable. Otra vez a verlas venir, sólo que ahora ya sabe de dónde vendrán.

Válgame Dios, doña Inés, si éste es el primero de la tarde, cómo será el último.

En esto, que Rafaelito, sale del burladero del tendío de sol con un par de banderillas en la manos. Blanco y rojo son los colores del papel que adornan los palitroques.

- ¡Rafael! ¿Adonde vas miarma?-gritó de cerca el Maestro.-

- A defendé su honó, Maestro, que si usté dije que er toro no es gúeno es que no lo é, pero algo hay que asé pá contentá a toa esta gente que ha pagao.-contestó llendose para el centro del "redondé"-

- (¡Ay! Cristo de los gitanos, que este hombre se va a jugá la vía por mí) -pensaba el "Niño".-

Rafaelito, avanza con paso firme y lento, estirando su torso con las banderillas en alto y contoneando su cintura. La charanga comienza a sonar, para solventar el desanimo generalizado del público y Malaleche arranca hacia el. Un salto limpio sirve para coger el impulso necesario para sembrar los palos en todo lo alto. Un olé mayoritario retumba en el coso y Rafaelito se viene arriba, despues viene un segundo y un tercer par que desata los aplausos y vitores del aficionado. El subalterno, invitado por su Maestro, se quita la montera y saluda al tendío correspondiendo a la aclamacion popular.

Suena el clarin y llega la hora de la verdad, El Niño del Corral Candela, sale del calllejón y se dirige a la presidencia, mientras Carbón entretiene al toro en el sol.

-Con su permiso, señó presidente-dijo inclinando su cabeza en señal de respeto y dirigiendose a brindar el toro a la grada.-

Buttarelli, es atendido de las magulladuras y porrazos por un sacamuelas en el patio de cuadrillas, y el público contiene sus pitos a la espera de que comience el trianero su faena, mientras, Rafaelito queda presto en el burladero del tendido 5 a la espera de realizar un quite al envenenado Malaleche que está a punto de embestir a la muleta de su Maestro.

El "Niño", mira al cielo y sobre un palmo de terreno gira montera en mano su propio cuerpo dedicando a los tendidos la faena, a continuación la tira trás de sí y cae bocarriba justamente en el centro de la plaza.

- ¡Ay, Lentejosa, que la montera ha caío páriiba, con la mala suerte que trae eso!-exclama la Gitana pellizcando el brazo de su amiga.-

El torero, ensarta su espada en la muleta y con los dos pies junto cita de frente al toro.

-¡Eyyyy, torito! ¡Eyy!

Malaleche comienza de nuevo a escarvar y mira con fijeza al engaño. La tarde de pronto se entolda con nubes feas y el aliento de la cuadrilla y de Carrincho se aceleran de la misma forma que el corazón del espada.

Arranca de una vez el bovino, y la plaza, muda por completa, asiste a uno de los mejores naturales que sean dibujado jamás en la tauromaquia. Un ¡olé! generalizado hace olvidar los lamentables incidentes del principio de la tarde. A continuación, y con la misma quietud, cita de espaldas al berraco y le dá un pase de espalda que remata a la media vuelta con uno de pecho que hace levantar a todo el personal de sus asientos.

- ¿Qué es tanta algarabía? pregunta, Buttarelli, casi inconsciente, por el dolor que le estaba provocando el alcohol de quemar sobre sus heridas.-

- El "Niño" , que lo está bordando...

De pronto y en lo mejor de la faena, comienza a llover de manera torrencial y el público comienza a correr para abandonar el festejo. En menos que canta un gallo los tendidos se quedan solos y ciego y lazarillo aprovechan tal desconcierto para acerse con unas cuántas de bolsas a la atropellada salida. En la grada, la Gitana, con la pinturilla toda corrida, aguanta el arreón del agua sin apartar la vista del ruedo con las manos entrelazadas y sin dejar de rezar. Don Cesar y Elena, que echa su mantoncillo por encima del pequeño, miran hacia la presidencia y le piden a Corregidor y Presidente que den por suspendido el festejo. Éstos, en vista de lo acontecido, sacan su pañuelo verde, pero el maestro poseido por la casta y el coraje vuelve a citar otra vez al toro.

- ¡Maestro!, déjelo ya que no hay nadie y le han sacao er pañuelo verde pé terminar.-le grita Rafelito desde el burladero.-

-No Rafael, tu has jecho güeno ar toro y te lá jugao por mi, y yo por mi santos cojones que mato ar toro.¡Este é er toro de mi vía!

- Que no ase farta hombre, que una figura como usté no tiene que demostrá ná, vengase pa cá.

-¡Eyyyy, torito!

A la nueva embestida, Malaleche, empitona al maestro por el muslo, y antes de que caiga lo engancha por el pecho, dejándolo caer como un saco de grano. El grito ahogado de la gitana resuena en el coso con lamento de muerte.

9 comentarios:

  1. ¡Y se ha largado nomás! ¡Vamos todavía con el festejo de la corrida!
    ¡Bravo!

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  2. Estoy disfrutando tanto que ni yo melo creo,parece que estoy en esa plaza,por favor continuar!!!!!
    Liliana,recuerdas?? con las palabras no hay distancia,te asuguro que yo estoy en la plaza viendo la corrida jajajjjj.

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  3. ¡Que sí mari! ¡Está estupendo! Hoy ya entré dos veces mari, que ahora le toca a los demás... jajaja
    ¡Claro que con las palabras no hay distancias! ¡Cómo no voy a recordarlo!
    ¡Paciencia, mari, paciencia que se viene el Niño...! Jajaja

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  4. Que visible, he visto hasta la meada del toro en el cuerpo maltrecho de Buttarelli, el hombre va a terminar para el arrastre junto con el toro. jajaja
    César que no te falta detalle en tu visión descriptiva (que gueno eres)

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  5. Ánimo, maestro, que esto no es na. Si ase farta una ayudita pa eso está er Cristo der Carhorro.

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  6. ¡¡César y Salmorelli un solo corazón!! ¡¡Bravo!!

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  7. QUE PASÓ CON EL TINAJA??????REVENTO???? O ESTA LIAO CON LOS GARBANSO!!!!!!

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  8. ¡Me encanta! ¡Qué vida tienen los personajes! ¡Quiero saber cómo sigue! ¡Olé!

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  9. PERDÓN POR EL RETRASO DE ESTE COMENTARIO,TODAVIA TENIA LA ESPERANZA DE QUE MI NIÑO NO ACABARA DESTRIPAO,TANTO ARTE Y SALERO NO PODIA TERMINAR ASI.
    PERO BUENO ASI SON LAS COSAS Y ASI LAS HAN CONTADO...

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