lunes, 13 de abril de 2009

Capítulo XII: Al encuentro de la nao



Ja, ja, ja, par de pardillos! que pretenden ustedes con eso de los poderes sobrenaturales o paranormales o no sé que leches y de más sandeces de gran calibre, que pensaban que iban a librarse de Luiggi Perottinni, jajaja, insensatos no hay quién pueda con el poder que el diablo ejerce dentro de mí interior. Y digo a vuestras mercedes que he tenido todo el tiempo del mundo, desde aquella mala borrachera de mal vino por cierto, y les invito a que busquen bien en el interior de vuestros bolsillos y demás enseres, ¿A que no está?, jajaja, diantres, y mira que creía que el único que confiaba en mí era el bueno de don Cesar, pero, vosotros infelices criaturas de teatro barato me habéis subestimado y no me creían merecedor del botín, ¡pero almas de cántaro! si no he hecho otra cosa en mi vida que apropiarme de los bienes ajenos ¿de verdad creían que iba a marcharse de rositas una inmundicia humana, como yo?. Andad prestos y buscad, buscad, Que el venerado reloj tiene otro dueño, jajaja. Y no me sigáis porque puede ser que haya vuelto a cambiar de manos, no sé, en este mundo de víboras todo es posible, jajaja.




En la oscuridad del bosque, tras el hueco de la muralla, doña Christianne y don César se funden en un largo abrazo, pero cuando Ayala toma la bolsa que le tiende la dama, comprueba que está vacía.

Doña Christianne, me temo que hemos perdido el reloj. En la reyerta lo hemos perdido, a fe mía. La bolsa está vacía.

Pero don César oye voces y se acerca al hueco de la muralla. Desde él se ve la callejuela por donde han venido corriendo.

Vive Dios, doña Christiane, si el que está en la esquina es Perottinni. No perdimos el reloj en la reyerta, fueron doña Mariana y el forastero quienes os lo arrebataron y, ¡por la Virgen de los Mareantes! Parece que Perottinni se lo ha quitado a doña Mariana a punta de espada. Este Perottinni… en oliendo el oro. Qué más da, tenemos la bolsa llena y el San Vicente partirá pronto. La que se ha formado en la hostería, doña Christianne, os dije que ese Tenorio era peligroso, y doña Mariana de Altascumbres, por Dios, ¿la habéis oído?

Tras decirle que huyera con nosotros me ha llamado mujeriego, personajillo, promiscuo, pendenciero, egoísta y no sé cuántas cosas más. Hasta mano negra me ha llamado, pardiez, que será porque las cubro con estos guantes de cuero para amortiguar los estoques. Pero no os turbéis por el cansancio, dejad que os tome en brazos, hay que proseguir, debemos llegar a puerto a buena hora.

A través del hueco, en la distancia, a lo lejos, se oyen voces por la callejuela. Ayala ve a Perottinni a través del agujero. Ha sacado una pistola y dispara, parece que todavía alguien los sigue. Con doña Christianne en brazos, apura el paso hacia la espesura. A lo lejos, pero cada vez más cerca, oye al capitán de los tercios que sigue en sus trece. ¡Bellacos! ¡Miserables! ¡Vivan los tercios! ¡El alma os parto, canallas! Como si se batiera en retirada en medio de la reyerta, camino del hueco. Pero de improviso, don César se detiene en seco antes de seguir el camino.

Permitidme, doña Christianne, que os robe un beso bajo esta luna maravillosa de Sevilla.


El iluso de Perottinni se cree que pudo robar el reloj a MariAna, su embriaguez le hace ver doble como en tantas ocasiones, la maldad no tiene limites, pero es incapaz de tocar a MariAna y a Marco que han utilizado a estos rufianes para recuperar el tan ansiado y preciado reloj.

Hijos del santo demonio, atreverse a dejar maltrecho a un rufián como yo, pero que corran, que corran. Esos ilusos se han llevado la dentadura de mi difunto capitan que en gloria este envuelta en tela de terciopelo, jajaja, pero ¿ahora quién se mueve de aquí, ¡malditos hijos de la mancebía!

¡Dios santo! La dentadura incorrupta del capitán Menéndez. ¡Perottinni la tenía!

Por amor de Dios, don Cesar! socorramé y lleveme a algún lugar donde conversar, sepa vuestra merced que el conde Zapañesco me ha pagado bien el encargo del dichoso reloj y quizás podamos entablar negocios.

Seguidme presto, Perottinni, y que la Virgen nos acompañe, seguidme por esta trocha. No puedo cubriros porque llevo a una dama en brazos, pero podéis usar mis pistolas si nos siguen los alguaciles. ¿Os acordáis del capitán Fuste, también de arcabuceros? Pues él pilota el San Vicente, que parte hoy mismo para las Indias. Olvidaos del conde y escapad, ahora que podéis. Vamos, corred, seguidme, pardiez.

Venga lo que sea! pero hay que retirarse antes de que nos devuelvan las muelas podridas del capitan Menendez acompañadas de unas dagas para nuestros cuellos, por cierto, suerte la suya que mantiene las fuerzas intactas para pasear a tan exquisita dama en brazos, ¡quién pudiera! , y no que me veo aquí maltrechado y humillado por esos cualquieras a los que juro que tendré venganza segura en muy poco espacio de tiempo con ellos. ¿estamos muy lejos del san Vicente? ¿tendrán buen caldo en sus bodegas, verdad?


4 comentarios:

  1. Jajajajajajjj,Luiggi Perottinni heres unico jajajaj,Genial!!!!

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  2. Genial Don Cesar,pero si me permites una critica,
    ¿Te noto con pocos recursos,o son cosas mias?jajajjjj.

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  3. Vive Dios, doña Mari, ¿pocos recursos, decís? Que he estado al borde de la muerte. Me persigue el Santo Oficio, me busca Tenorio, cargo con una dama en brazos, doña Mariana me ha echado mal de ojo, con lo que yo la estimo, he perdido mis pertenencias en la hostería, la garganta la tengo seca, Perottinni me ha quitado las pistolas, doña Christiane se ha desvanecido de cansancio y los alguaciles del rey me pisan los talones, si no me doy prisa la nao partirá si nosotros, ¿y decís que me veis con pocos recursos? Milagro que me veis vivo y con el seso en mi sitio, que no me queda ya resuello ni para responderos.

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  4. jajajajjjj Don Cesar,no te olvides que aun tienes cosas pendientes en otros mares,por si fuera poco,pero me diviertes muchisimo y para el mal de ojo una vela negra en tus aposentos que limpiaran todas tus desdichas.

    Un abrazo muy fuerte...

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